Los higos: un alimento 360°

Foto di -Rita-👩‍🍳 und 📷 mit ❤ da Pixabay

Querido lector, ya nos adentramos en la época navideña y ¿qué mejor que celebrarla a la calabresa? Hoy nos adentraremos en la historia de los higos en Italia. I fichi (pronunciado fiqui) llegaron a Italia de la mano de los Fenicios: pueblo navegante acostumbrado a hacer largas travesías que requerían una provisión de alimentos fácilmente conservables. Los higos fueron perfectos para ese propósito ya que al secarlos se consiguen saquitos alimenticios y calóricos ideales para cualquier propósito.

Este maravilloso fruto cuyo origen se ubica en Asia Menor -en la actualidad gran parte de Turquía- llegó a Italia en el VIII a.C. donde se comenzó a cultivar y a considerar como “un regalo de los dioses”. Posteriormente, gracias a los Romanos se difundió por toda Europa.

Las ideales condiciones ambientales de Calabria (y de la Apulia) hicieron que su árbol: la higuera, se adaptara perfectamente a ese terruño sureño y que se convirtiera en gran aliado para las poblaciones campesinas más pobres y para las madres que debían alimentar a sus familias en tiempos de guerra. Me cuenta mi mamá que durante el período belicoso, colocaban en la mesa cestas enteras de higos frescos para paliar el hambre y mi nonna remojaba los secos en el café para que su azúcar externo lo endulzara. En fin, el ser humano siempre se las ingenia para buscar una solución a sus problemas. Mi familia paterna, en el norte, no tenía esta facilidad por ser una zona menos agrícola sin tantos frutos a los que echar mano; por lo que el hambre durante ese negro período fue una constante.

En Calabria los higos son sinónimos de festividades y se sirven básicamente secos y rellenos tanto para consumo propio como para agasajar a invitados o regalar a los amigos. Son necesarios tres días para que un higo se seque de la forma tradicional (al sol) o un día, en el horno a una temperatura de 50°C; hay varias formas de presentarlos: en trenzas, rellenos, cubiertos con chocolates, en helados, etc. Más abajo le dejaré la receta de mi nonna para que los pruebe y luego me cuente qué le parecieron.

Pero antes lo invito a seguir paseando por la punta más mediterránea de Italia y a visitar dos magníficos invitados originarios de Grecia que se muestran en todo su esplendor y que nos hace maravillarnos de nuestra historia antigua: los bronces de Riace (pronunciado “riache”). 

 

Foto di 12634122 da Pixabay

 

Como usted desde la entrega anterior sigue vacacionando en la bella Tropea, tome su carro y diríjase a Reggio Calabria ubicada también en la costa tirrena pero mucho más al sur. En un poco más de una hora, llegará a la casa de estos dos grandes colosos: el Museo Nacional de Reggio Calabria. Entre para que pueda admirar estos dos guerreros de bronce descubiertos en 1972 luego de permanecer bajo el mar desde el siglo V a.C., es decir, tres antes de que llegaran los higos a Italia. Si bien se sabe que su origen es griego aún ahora, en pleno siglo XXI, su historia completa permanece una incógnita: ¿Quién fue su escultor? ¿Exactamente de qué parte de Grecia provenían? ¿Adónde eran transportados?, etc. Estas incertidumbres continuarán interesando tanto a los científicos como al mundo entero; de lo que sí tenemos certeza es que pararse frente a estas dos estatuas de 1.98 metros de alto es admirar otro pedazo de historia ofrecida, nuevamente, por Italia al mundo entero.

Como la visita le ha abierto el apetito, vaya a alguna trattoria a comerse lo que se le antoje (¡italiano, eso sí!) y de postre pida unos higos rellenos “alla calabrese”.

Si ya se ha regresado a Venezuela o a su país de vida, hágalos en casa: es fácil y quedan ricos. Acá le comparto la receta de mi nonna:

Tome un higo seco y ábralo por la mitad como si cortara un pan para hacerse un sándwich, es decir, deje un lado pegado. Ya abierto, aplástelo bien con las manos, del lado de la pulpa.  Adicionalmente, prepare una mezcla de conchas bien picaditas de naranja o mandarina; azúcar (poca), cacao y clavo de olor en polvo. Pise el higo en dicha mezcla para que el relleno se adhiera bien a la pulpa; colóquele media nuez y ciérrelo con cuidado tratando de que todo el relleno quede dentro de él.

Forme una capa de laurel en una bandeja de horno y acomódelos todos encima; hornéelos a baja temperatura (180° aproximadamente) y quédese cerca porque no se deben tostar, la idea es que queden jugosos pero bien cocidos con el relleno amalgamado. Importante: el laurel es solo para que le comparta su aroma, no se deben comer.

Para regalarlos ahora en Navidad, puede colocarlos en una linda caja (también forrada de laurel – pero especificando que no se debe consumir). Tanto usted como sus agasajados se deleitarán con este sencillo postre navideño italiano que, obviamente, también se puede consumir en otras épocas del año.

Buon Natale  e buon appetito!

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