El tartufo, el postre helado con sabor a mar

Foto di Bob da Pixabay

Querido lector, al oír la palabra Pizzo quizás usted arrugue la frente al pensar que es un término “progre” utilizado para ser inclusivo al hablar de la pizza o, al contrario sonría imaginando que es quizás “el novio” de la misma… pues le diré que no es ni uno ni lo otro, se trata del nombre de una linda ciudad marítima que se encuentra enganchada en un promontorio rocoso en la costa este de Calabria sobre el Mar Tirreno al sur de la bota itálica.

En lo personal, ese nombre me ha acompañado toda la vida ya que siempre ha estado en boca de mi mamá calabresa: era el balneario donde de pequeña, pasaba ansiadas temporadas veraniegas en una cabaña familiar al borde de la playa. Eran tiempos felices para una niña, eran tiempos prebélicos; la guerra lo cambiaría todo y muchos otros recuerdos no tan bonitos llenaron su mente; sin embargo, esos momentos felices aún permanecen inalterables y aún los sigo oyendo.  Luego del conflicto, cuando en Venezuela se estrenaba una dictadura, comenzó la etapa americana de mi familia materna. Posteriormente, todos los viajes a Italia del Sur debían incluir una parada en Pizzo para que mi mamá rememorara aquellos tiempos felices. Así que cuando me llevaron por primera vez pude constatar en persona que todo lo que me contaba sobre esas playas reflejaban la pura realidad: es realmente la propia joyita mediterránea, así que he seguido la tradición de visitar Pizzo cada vez que cruzo el océano para ir a mi Madre Patria.

Me permití comenzar esta entrega con esa historia ya que recientemente me enteré de que Pizzo es la ciudad cuna de uno de los más emblemáticos postres italianos: el icónico Tartufo (trufa, en italiano). Fue una verdadera sorpresa para mí enterarme de que en aquella pequeña localidad marina con tanto significado familiar, un chef pastelero siciliano asentado en ella, ideó este original helado que no solo trascendió fronteras regionales, sino internacionales. 

El tartufo desciende de la tradicional trufa de chocolate, nacida en Francia de la mano de un pastelero quien, un día de Navidad (a finales de los años 1800) se quedó sin suficiente materia prima para elaborar sus bombones; decidió entonces juntar todas las sobras de chocolate que tenía e ir armando con las manos pelotitas para luego pasarlas por cacao y ofrecerlas como deliciosos bocados. Su forma recordó tanto al famoso hongo subterráneo que crece en la región norteña del Piamonte (capital Turín) que fue bautizado de igual manera.

Curiosamente, otro mal cálculo también fue el origen de la trufa helada (el Tartufo) pero esta vez en el sur de Italia. En los años 40, Giuseppe Di Maria un pastelero siciliano establecido en Pizzo fue contratado por una conocida pastelería en el centro de la ciudad. Muchos años más tarde, en 1952, cuando ya se había convertido en el propietario del local, fue contratado para realizar el catering de una boda. Como no había suficientes moldes para los dulces helados que estaban haciendo, Don Pippo tuvo la idea de usar su mano en posición cóncava como horma: tomó un poco de helado de avellanas, le colocó una cucharada de chocolate negro fundido y luego cerró todo con otra capa de helado de chocolate. Con las manos le fue dando una forma redonda, lo pasó por cacao en polvo y envolvió con papel de cocina antes de ponerlo a congelar. Y eccolo qua, il tartufo!

 

Foto di Judy McAuliffe da Pixabay

 

 De más está decir que esos nuevos helados fueron todo un éxito y poco a poco fueron tomando un sitial de honor en la lista de postres italianos. Hay que enfatizar que el tartufo original es – y sigue siendo- artesanal y no se come flambeado con Sambuca. Hoy en día se conocen muchas versiones industriales que son primas lejanas de aquel dulce helado con forma de trufa cuya manufactura aún se realiza exactamente a la ideada por su creador. 

Querido lector, obviamente hoy le invito a que aterrice en Roma para luego dirigirse hacia el sur para lo cual tome otro avión que lo deje en el aeropuerto de Lamezia Terme que sirve a dicha región sureña. De allí, recorra en carro o en tren los 30 kilómetros que lo separan de unas de las playas más bellas de Italia: las de Pizzo. Vaya con tranquilidad, recuerde que está de vacaciones y se está dirigiendo a uno de los más codiciados paraísos turísticos naturales, no solo de Italia, sino de toda Europa. 

Le sugiero que pernocte varios días en algún hotel para que realmente disfrute del lugar como un local.  Además de recorrer sus lugares turísticos, una visita a Pizzo sin días de playa no vale la pena, así que empaque su traje de baño y toalla  para poder tenderse al sol y así disfrutar de sus blancas arenas y mar de color aguamarina. Luego, en la nochecita, salga a pasear y escoja alguna simpática trattoria para degustar un buen plato de surici fritos (pronunciado surichi): pequeños pescados que luego de abrirse en dos, se limpian bien, se pasan por harina, se fríen en aceite bien caliente y se degustan con limón y sal. ¡Para chuparse los dedos!

 Y como lo bueno se hace esperar… ahora sí, llegó el turno del tartufo original; el artesanal; el de las capas de helados de avellanas y de chocolate con corazón de chocolate fundido y cubierta de cacao amargo… Eso sí, pida uno para cada uno de los comensales, no vaya a set que alguno de ellos le diga que no le apetece comer postre y cuando vea que le sirven a usted semejante delicia, quiera probar el suyo. Cúrese en salud para que no le estropeen el momento. 

Buona giornata al mare e buon appetito!

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