Querido lector, Italia también tiene lo que llamamos “comida rápida” o “de calle” y uno de esos platillos más conocidos son los arancini sicilianos (pronunciado: aranchini). Si usted tiene la suerte o el buen tino de darse un paseo por Sicilia se dará cuenta de que a veces los llamarán arancini (en masculino) o arancine (en femenino), no se preocupe por eso, es lo mismo, solo que en el occidente de la isla (por los lados de Palermo, su capital) lo denominan en femenino y por el lado oriental – el más pegado al continente (cuya ciudad más conocida es Messina), en masculino.
La forma y el color de los arancini recuerdan a las naranjas (en italiano arancia, pronunciado aranchia), de allí su nombre. No existe un cocinero que los haya inventado, sino que fueron muchas manos que, a lo largo de varios siglos y siguiendo tradiciones populares, los crearon, moldearon y posicionaron en la gastronomía siciliana.
Le describiré lo que son: imagínese una pelota del tamaño de una naranja, empanizada y frita (de allí el color anaranjado); al morderla se encontrará con arroz y un centro de guiso de carne molida con guisantes. También se preparan de mozzarella y jamón o espinacas, entre otros. Para reconocerlos, cambian su forma: algunos se asemejan a un cono (en honor al volcán de Sicilia: el Etna). Pero los más tradicionales son los redondos rellenos de guiso de carne.
Los árabes dominaron Sicilia durante más de 200 años (827 hasta 1091) y se cree que su manera de comer tuvo mucho que ver con la creación de los arancini: al tomar con la mano un puñado de arroz, colocarle un poco de guiso y degustarlo, crearon su esencia.
El empanizado vino más tarde gracias al rey Federico II quien, a partir de 1197, fue el soberano del Reino de Sicilia. A él se le atribuyen muchas invenciones entre ellas el rebosado y posterior fritura que proporcionaban, a las frágiles bolitas de arroz, una mayor facilidad de transporte, además de conservación y durabilidad. Con el descubrimiento de América, el guiso se enriqueció con el tomate. De esta manera, los arancini llegaron, se quedaron y tomaron su sitial de honor en la gastronomía popular italiana.
En el Norte no los encontrará fácilmente; quizás en alguna trattoria de algún siciliano asentado en esas tierras norteñas. Sin embargo, si usted se pasea por Sicilia, los verá por doquier: desde los mercaditos de calle hasta restaurantes o rosticerías. Si hiciéramos una comparación, los arancini son como nuestras empanadas criollas bien fritas y crujientes que encontramos en cualquier rincón de Venezuela y que comemos gustosamente de forma rápida. ¡Imperdibles!
Como siempre, le sugiero un plan: tome un avión hasta Sicilia, vaya a Messina y admire su catedral hundida a consecuencia del gran terremoto que asoló a la isla en 1908. Posteriormente, conduzca por la costa hacia el sur, hasta llegar a Taormina. En esa mágica ciudad, visite primero el anfiteatro greco-romano que lo hará sentir en pleno Imperio Romano. Luego, diríjase al centro de la ciudad para que recorra sus pequeñas calles empedradas, llenas de vivos colores que regalan las matas de trinitarias. Camine un poco más, hasta llegar a la gran terraza que le ofrece una vista panorámica del mar. En ese lugar, siéntese en alguno de los restaurantes que allí hay y pida unos arancini (recuerde usar el masculino, estará en la costa oriental) y degústelos lentamente utilizando los cinco sentidos.
Su cuerpo y alma lo agradecerán, créame. Buon appetito!