Con o sin piña, he allí el dilema

(Foto Foto di OpenClipart-Vectors da Pixabay)

Querido lector, la pizza con piña (ananas en italiano, pronunciado como esdrújula; “ánanas”) constituye un dilema que trataremos de solucionar en este artículo.

En primera instancia, veamos dónde se originó la extraña idea de combinar esos sabores tan antagónicos. No nos confundamos, aunque se le conozca como “Hawaiana” no fue en ese archipiélago donde se gestó: ni un hawaiano ni un italiano la creó, sino un ¡griego!

A inicios de los años 60, un cocinero de nombre Sam Panopoulos migró a Canadá, específicamente a la provincia de Ontario. Con unos primos, decidieron montar un restaurante chino y adaptaron los sabores orientales a los gustos occidentales. Como los comensales comenzaron a llenar su restaurante pensaron en ampliar su oferta gastronómica y la idea que tomó más fuerza fue la de montar una pizzería. En el pasado, el griego se había dado una vuelta por Nápoles y seguro se habrá inspirado en alguna de las 8.000 pizzerías que hay en la ciudad.

Habiéndose basado en los sabores agridulces de la oferta “china” de su otro restaurante, a Panopoulos le vino en mente colocarle piña a una de las pizzas…lo demás es historia. Si bien su génesis se dio en Ontario, Canadá, la bautizó “hawaiana” por el adjetivo que estaba escrito en las latas en las que venía la piña que él usaba. ¿Se imaginan que la hubiera denominado “pizza ontariana”? seguro que la creación se habría estancado en el fondo del mar como el Titanic.

El nombre y sabor exótico calaron en el gusto popular y así comenzó a propagarse la nueva pizza híbrida ítalo-tropical. El trampolín inicial fueron los Estados Unidos y de allí se expandió al mundo.

 

(Foto Foto di Nayuta da Pixabay)

 

Sin embargo, recordemos que Italia queda muy lejos de América, no solo geográficamente, ¡sino también en gustos culinarios! Esa mezcla tropical no agradó los paladares tan ortodoxos de los italianos que aun después de tantos años siguen rechazando dicha “aberración” gastronómica.

Pero como en gustos y sabores no han escrito los autores, la pizza hawaiana llegó para quedarse. ¿Qué importa si a un comensal le gusta? ¿Le hará daño a alguien si usted se la come? Seguramente solo a los dioses romanos los despertará de mala manera de su letargo y créame, ¡no conviene hacerlos enojar!

Querido lector, si usted anda paseando por Italia por el norte o por el sur; por el mar Adriático o el Tirreno; en territorio peninsular o insular y entra a alguna trattoria para restaurarse y se antoja de una pizza, hágase un favor y no pida una con piña. En la Bota el dilema inicial no existe: ¡la pizza con fruta encima no es pizza!

Quizás en ciudades grandes muy visitadas por turistas extranjeros haya algún restaurante en cuya oferta esté presente, por la sencilla razón de que los dueños están más interesados en hacer dinero que en enojar a los dioses; pero, en la Italia profunda, esa de pueblitos y ciudades encantadores frente a lagos, playas o montañas, la piña no ha tenido cabida en el plato bandera italiano: es así e basta! Cuidado, no se haga decir ma che schifo! (¡pero qué asco!) y hacerse invitar a retirarse del local.

Guerra avisada no mata a soldado.

Buon appetito e buona passeggiata!