Los paseos de Semana Santa cerca de Caracas en los sesenta

En la playa de Los Caracas.
En la playa de Los Caracas. (Foto familiar)

Por Arq. Ricardo Rodríguez Boades

Al fin la Semana Santa llegaba y había que hacer algo… diferentes lugares en esos años 60 eran visitados, como el Junquito, el teleférico, los próceres y muchos más que se me escapan de la memoria, lugares que con un poco de dinero, podías distraerte, pero había uno que se repetía mucho, bajar a La Guaira, Naiguatá y los Caracas, arenita y playita, como dice la canción…

El día Domingo de Ramos buscábamos las palmas bendecidas con mi abuela y después de hacer las cruces con ellas, uno comenzaba a preguntar y vamos a algún lugar en estos días y la respuesta era siempre “ya veremos”… hoy día entiendo esas palabras tan evasivas… cuestión de economía…

Bueno por fin se decidía, solo bajar y subir un día a La Guaira. Comenzaba con la consiguiente preparación, los sándwiches, el agua, alguna fruta y si era posible una tortilla de patatas… en fin, enfilarse por la autopista, pagar el peaje y circular con un gran control policial donde había puestos o casetas redondas para solicitar ayuda en caso de una emergencia, el paso por los túneles o “Boquerones” con las luces de neón y los semáforos en la pared para indicar si había algún accidentado, pero lo más importante era no cruzarse de canal dentro del túnel ya que si sucedía, a la salida de este, un Guardia Nacional te indicaba estacionarse con la consabida multa.

Playa de Mamo

Recorrido obligado por las nuevas avenidas de La Guaira, observar la Casa Guipuzcoana, los puestos de ventas de sombreros o salvavidas con locos diseños… aquellos con forma de delfín o un caucho con un diseño de un ave extraña, en fin, todo observado rápidamente, desde la ventanilla del asiento trasero del automóvil.

Luego se buscaba un lugar que parecía el más idóneo, una pequeña entrada de tierra junto al mar, una roca donde un pescador hacia larga espera para que picara un pez, o algo más completo con vestuarios y cafeterías, lo que permitía comenzar el disfrute, con protector solar casero, un trago de agua para la deshidratación y el traje de baño colocado detrás de la puerta del carro…. y a gozar la playa…

Ya tarde el almuerzo, sándwich o la tortilla, repartida en pedazos iguales para todos, con la toalla sobre la espalda y si la economía lo permitía, nos dirigíamos a tomar una “cocada” o “Las 15 Letras” a saborear una sopa en el “Rey el Pescado”, con su “gran letrero”, y al llegar, sentarse en las sillitas de madera y la mesa con el mantel de plástico, ventiladores de techo, barra de cemento, toldos circulares y la espera del pescado frito, que desde que uno entraba, olía deliciosamente… era una gran experiencia….

Gratos recuerdos del lugar, que hoy todavía se conserva, con el letrero icono del pescado….

Un día alegre y diferente y de allí, subir de vuelta a Caracas a descansar, pues en esa época no había trasmisiones de radio ni televisión el jueves y viernes Santo, porque se guardaba respeto a la fecha religiosa

Muchas historias como esta habrá, iguales o diferentes pero es bueno contarlas, porque forman parte de nuestra vida y que de alguna manera formo el carácter de cada uno de nosotros, lo que vivimos en Venezuela.