Las mujeres tristes de Leonardo Eymil

Leonardo Eymil en la galería Captaloona Art durante el montaje de la exposición.

MADRID. – Tuvimos el privilegio de asistir al montaje de la exposición “Efigies del dolor” de Leonardo Eymil en la Galeria Captaloona Art de Claudio Fiorentini. Las obras diseminadas en el piso, cerca de las paredes en espera del lugar que escogerán para ellas el artista y el galerista, nos hablan, nos emocionan, quizás con más fuerza aún que si estuvieran ya listas para ser admiradas por el público. Antes de conversar con Leonardo dejamos que fluya ese diálogo mudo con las mujeres quienes, con su desnudez casta y las miradas tristes o perdidas en lejanías inalcanzables, son la geografía en la cual el artista refleja sus angustias, sus miedos, sus propias lágrimas y heridas.

 

Su juventud y una actitud risueña poco parecieran encajar con la densidad de sus pinturas. Sin embargo, cuando, tras dialogar con su trabajo, hablamos con él, descubrimos en su mirada y en sus reflexiones profundidad, madurez y tristeza, sentimientos que no dependen de la edad sino de la sensibilidad con la cual vivimos cada etapa de la vida.

Hay personas para quienes la vida es un camino plano y llegan hasta el final sin preguntas, sin observar. Otras observan tanto, quizás demasiado, y en su caminar tropiezan con tantas piedras propias y ajenas que acumulan heridas y cicatrices imborrables. Leonardo Eymil es uno de ellos.

“Me preocupan el dolor, la violencia, todo tipo de violencia, sea ella de género, contra el ambiente, contra los inmigrantes, contra los más débiles. Con mi trabajo deseo despertar una consciencia social, quiero que mis obras muevan al público, reflejen mis inquietudes y las compartan con los demás. El cuerpo femenino es, para mí, símbolo de belleza, de delicadeza y por eso lo escojo para que sea reflejo de mis reflexiones y mi angustia por el dolor que causa el ser humano en otros seres humanos y en su entorno natural”.

Leonardo Eymil es originario de Ciego de Ávila una ciudad ubicada en el centro de Cuba. Estudió arte, pero también diseño escénico para cine, televisión y teatro. “La pintura, la fotografía y la escultura son parte de mi desde siempre, por eso quería explorar otras posibilidades creativas”.

 

Empezó con el abstractismo, pero al poco tiempo entendió que esa expresión artística no le permitía reflejar sus preocupaciones así que volvió a sus estudios de academia y a la pintura realista revisitada e intervenida.

“Soy como un periodista que escribe una noticia con el pincel”.

Al igual que un buen reportero escudriña el mundo a su alrededor sin perder detalles invisibles a ojos menos atentos. En su viaje continuo en almas ajenas descubre los sentimientos que esconden una mirada, un rictus o una sonrisa.

Luego, en el lienzo, pinta o dibuja con lápiz y carboncillo para compartir las angustias propias y las que divisó en otros ojos. A veces utiliza sangre, sangre suya o de un banco de sangre, sangre que se derrama en los cuerpos de sus pinturas a través de heridas imaginadas, invisibles. Otras veces es sangre atrapada, encerrada, como la que quedará sellada en un gran proyectil de cristal en el cual está trabajando actualmente.

“La sangre cambia de color, de textura, es materia viva”.

En sus cuadros las mujeres son el vehículo para hablar de lo peor de la humanidad, para evitar que miremos sin ver, para obligarnos a reflexionar y a cuestionarnos. Hay dos cuadros que nos impactan y que resulta difícil dejar de mirar. El primero se llama Venus y representa a una mujer desnuda, sin brazos, con una gran cicatriz en el abdomen, quien, a pesar de todo, es bella como una Venus. Una Venus que con sus heridas nos hace pensar en la guerra, en las minas humanas. El otro representa a una mujer desnuda con la cabeza envuelta en el hiyab musulmán y rodeada de una aureola de santa.

“Soy católico, mi familia es católica. Sin embargo, critico la política dentro de las iglesias. El problema no está en las religiones sino en las personas e instituciones que las utilizan para someter a los pueblos”.

De nuevo habla a través del cuerpo de la mujer santificada por las religiones que al mismo tiempo la someten a violencias e injusticias.

 

 

 

“Un galerista de Barcelona no quiso exponer mi cuadro por miedo a reacciones violentas de parte de los musulmanes más fanáticos. Otros galeristas tampoco quisieron exponer algunos de mis cuadros por considerarlos demasiado impactantes. Aquí, por lo contrario, encontré en Claudio Fiorentini, a una persona abierta, valiente y sensible. Mi arte no busca la diversión sino más bien la concientización del espectador hacia temáticas sociales”.

 

En algunos cuadros hay íconos a los que recurre para expresar su rechazo hacia la guerra, “una temática que en Cuba no podía tocar de manera abierta. Ahora lo estoy haciendo, estoy expresando la angustia por vivir en medio de una constante guerra psicológica; el rechazo hacia las armas, hacia las medallas, absurdas, que se reciben por matar a otros”.

Sus últimos trabajos los está elaborando con chicles masticados que va pegando y con los cuales dibuja sobre espejos.

“Es un trabajo que no ha terminado de hablarme y es interesante porque mientras lo hago veo mi reflejo y dialogo con él, pero también con lo que esos chicles van dibujando. Es interesante ver la reacción de quien los mira. Cada espectador entra en la obra porque se ve reflejo en el espejo y nota en su mismo rostro lo que le produce la vista de los chicles mascados. Muchas veces es asco”.

En esta exposición individual hay series que pertenecen al pasado, al presente y a nuevas exploraciones que ahondará en el futuro. Sin embargo, para Eymil ninguna de ellas está concluida. “Mis series son los capítulos cerrados de un libro que continúa”.

La exposición de Leonardo Eymil quedará abierta en la galería de Captaloona Art hasta el próximo 5 de julio.

Mariza Bafile

Lascia un commento