Juan Cruz Ruiz; “Mil Doscientos Pasos”, la memoria teñida de ficción

MADRID – Creo que empezar esta entrevista con la pregunta ¿quién es Juan Cruz Ruiz? sería pecar de ignorancia porque a este hombre le conoce todo el mundo, dentro y fuera de España. Se ha escrito mucho sobre él y sobre todo él ha escrito mucho durante sus 73 años de vida. Más de 40 libros publicados, 40 años escribiendo en El país (desde que lo fundó). Artífice del catálogo de los años 90 de Alfaguara.  Canario de nacimiento, le tocó desarrollar su vida en una época difícil para todos, especialmente para los que conocieron la pobreza y el hambre, como su familia.

– De todos los libros que has escrito, “Un Golpe de Vida” ha resultado ser el que más te ha costado escribir. Tú mismo lo defines como el más verdadero.  ¿Te consideras honesto cuando escribes?

– Sí, lo único que soy es honesto. Todo lo que tú dices de mí es un buen réquiem por un bandido, pero yo soy honesto en mi oficio. En mi vida personal procuro serlo, la mayoría de las cosas que he hecho mal me han pasado factura y he pedido perdón. No me considero una persona arrogante, no veo la razón, y soy un periodista. El periodista se debe a lo que ocurre no a lo que se le ocurre. Como escritor nunca he impostado la voz, siempre he sido lo que soy. No soy pretencioso en mi vida y tampoco lo soy como escritor. No lo cuento como si fuera un mérito; más bien como herencia. Así eran mi madre y mis hermanas. Yo no he vivido una educación dictada por la arrogancia. Mis maestros fueron siempre personas terriblemente humildes.

– Has escrito libros hablando de tu tierra, de ti como periodista, de ti como persona empezando a relatar tu vida desde un niño que nació en una familia pobre, y de tu padre, de su mirada. Esa mirada que plasmaste en un libro “Ojalá Octubre”. ¿Qué pasó, por qué aquella mirada y no otras?

– Porque se parecía a la que yo mismo sentí el día en el cual me di cuenta de  lo que él era, era lo que me precedía. Èl estaba feliz cuando otros lo eran. Eso me llegó al alma. Cuando leí el texto de Truman Capote “Me gusta tanto este mes que ojalá siempre fuera Octubre” me inspiró en el título. Lo que yo había percibido durante un viaje a Ibiza fue precisamente el mismo sentimiento que tuve ahí con amigos que me habían hecho feliz; el sentimiento que tenía mi padre en mi casa cuando le llevaba amigos que a él le hacían reír. Al volver a Tenerife, sentí que tenía que escribir sobre esta mirada. Luego he escrito otros libros, pero siempre he pensado que el más esencial, el más auténtico, fijarse en la mirada de mi padre, era este libro.

– En tu último libro “Mil Docientos Pasos” nos hablas del lugar donde te criaste. ¿Puedo definirlo como tierra hostil en tiempo hostil?

– Sí, lo has dicho en otra ocasión, creo en la presentación del libro en la librería Alberti. Es verdad era un tiempo hostil pero la tierra no era exactamente hostil. Todo era hostil porque los derechos de las personas, incluido los derechos de vivir, estaban suspendidos. Una dictadura suspende todos los derechos. En este caso suspendió los derechos de vivir, de reunirse, el derecho de reír. Eso es algo que han vivido los italianos, los alemanes, los franceses, los portugueses, a su modo también lo han sufrido los ingleses porque la guerra mundial fue una guerra contra la libertad.  Empezó antes de que la gente supiera que Hitler estaba en contra de la libertad.

– ¿Sabes que “Mil docientos  pasos” corresponden a unos 720 metros, que se pueden hacer en 12 minutos?

– No sabía (se ríe)

– ¿12 minutos para llegar dónde?

– En este caso el texto no tiene que ver con el título, no exactamente. Cuando mi hermana mayor estaba muy grave, yo iba regularmente a verla con mi mujer. Siempre que iba llegando a la casa, coincidía con el lugar donde los chicos jugábamos, en el muro, lo llamábamos el fuerte. Cuando subía la cuesta en coche, siempre imaginaba que ante mí había mil doscientos pasos, y que aquellos pasos en aquel momento no eran hacia la felicidad. Eran mil doscientos pasos para ir a despedirme. Yo no pronunciaba esta palabra dentro porque tenía miedo a reflejar mis temores con la gente. Siempre trato de que la gente me vea aparentemente feliz, aunque tenga por dentro una enorme perturbación. El libro no tiene nada que ver con mis hermanas ni con mis padres; tiene que ver con el barrio, tampoco con los chicos del barrio. Entonces los barrios sufrían la mordedura de una dictadura que no acababa y una guerra que siguió siendo guerra en la postguerra.

– Confieso que leyendo tu libro he tenido que parar varias veces porque reconocía cosas en mí que dolían. Evidentemente no estoy lista para escribir un libro sobre la memoria. ¿Cómo te sientes tú cuando vuelcas tu memoria, tus sentimientos, tus dolores en la escritura?

– Mentiría si no digo que me gusta escribir y me gusta obligarme a escribir bien. El ejercicio de escribir puede ser terapéutico, brillante, puede ser otras cosas a la vez, y honesto. En este caso creo que ha sido honesto. Todo lo que escribí en este libro, aunque sea gran parte ficción, es verdad. Lo que yo iba sintiendo y lo que sentían estos chicos, probablemente también lo sentía yo. Siempre me he mimetizado mucho en los otros.

– ¿Consigues entender a Crispín, el personaje de tu libro que más te pegaba?

– Sí, de hecho, tal como ocurre en el libro, Crispín de pronto fue mi amigo otra vez. Yo no recuerdo haberme enfadado con él, mi madre sí se enfadó con él. ¿Pero cómo te vas a enfadar con uno de tu barrio, de tu clase y de tu vida?

– Como has recordado, estuve en una de las presentaciones de “Mil doscientos pasos”. Escuché el relato de tu infancia y quise apoderarme del micrófono para preguntarte: ¿cómo conseguiste llegar aquí?, ¿cómo conseguiste abrirte camino? Eras un niño pobre lejos de las oportunidades.

– Yo nunca supe que estaba lejos de las oportunidades. La misión de mi vida era respirar al día siguiente, porque ese era mi gran problema. Un chico asmático tiene problemas para respirar. A lo largo de la vida siempre he sentido que el dolor es el problema. El dolor de las personas incluye malestar, incluye soledad. La palabra dolor no se refiere estrictamente a lo físico. No necesariamente. Te pueden doler cosas, doler la vida. La vida te dice desde la cara lo que está pensando esta persona. Hay un mendigo que va todos los días al mercado Ballaró a pedir dinero para comer, y lo hace llorando. Me irrita porque el llanto no es para pedir. El llanto es para llorar de veras. Tú no puedes llorar porque sí, para simular o para dar pena.

– No voy a preguntar si el libro es autobiográfico, creo que todos los escritores ponen algo de su propia esencia. Te pregunto si con este libro has querido hablar de algo en concreto, si quieres que los lectores sepan algo de aquellos años que sigue vigente en la sociedad actual.

-Yo creo que quise decir que aquello pasó y quise llevar a los lectores a la esencia de una de mis preocupaciones civiles mayores. España, como otros países, siempre tendrá encima el peligro de un desacuerdo, de una desavenencia, que siendo al principio ligera, o casual, termina siendo una guerra. Hay muchas maneras de que empiece una guerra. Probablemente ahora creemos que es una utopía, ¿cómo va a haber guerra? Cuando Lorca volvió a Granada, iba a un sitio seguro. Nunca sabemos dónde está el disparo, ni el cuchillo ni la maldad.

– ¿Te queda algo de nostalgia? ¿Sigues sintiendo el peso del pasado o lo convertiste en aprendizaje?

-Yo confundo todos estos sentimientos. La gente que me rodea, que convive conmigo, me considera demasiado nostálgico. Yo no sé cómo se mide eso. Si es nostalgia, si es necesidad de contar el tiempo pasado. Me gustaría encontrar una palabra para eso. Improvisando ahora podría decir que esta palabra es Viento. Me gusta la palabra viento. Como no tengo palabra para definir la nostalgia, la llamo viento. Mucha gente cercana a nosotros, le pone nombre a lo que nosotros somos… tú eres un nostálgico. Bueno, y ¿qué debo hacer para curármelo?  Creo que la nostalgia es una parte integrante de la felicidad. La felicidad comprende muchas cosas, la nostalgia también está integrada en la palabra felicidad. Yo soy feliz recordando a mi madre, recordando las huertas de mi barrio y recordando la primera vez que vi a alguien. Yo soy feliz con muchas cosas que otros consideran retrógradas. La palabra libertad también incluye la palabra nostalgia, porque la palabra libertad incluye palabras que no tienen que ver con la libertad.

– ¿A dónde quieres ir? ¿Dónde quieres llegar?

– Ahora quiero ser libre para escribir más. Hago mucho periodismo, creo que incluso hago demasiado periodismo.

– Pero tú naciste periodista, es tu vida. Tú siempre te has considerado más periodista que escritor.

– Sí, también soy coqueto, para que la gente me diga…anda eres también un escritor.

Un buen escritor, añado yo.

Grazia Giordano/Redazione Madrid

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