El sueño se desvanece. Y la realidad nos abofetea con violencia inusitada. La ilusión de vivir en la Suiza de América Latina, antes; la quimera de una revolución democrática, igualitaria y justa, después, han sido hechas trizas. La realidad, como siempre, no ofrece justificaciones. Solo queda la decepción. El desengaño por lo que pudo ser y no fue; y la frustración por las oportunidades perdidas.
El camino en la construcción de una sociedad democrática en Venezuela, después de los años oscuros de la dictadura perezjimenista, fue lastrado de errores, de abusos y de desigualdades intolerables en un mundo civilizado. Nadie lo puede negar. Los años de la guerrilla fueron el producto del choque entre la realidad de la cotidianidad y los sueños de un mundo mejor. Hubo abusos intolerables. Y muertes absurdas, como la del líder de la Liga Socialista, Jorge Antonio Rodríguez, padre de Jorge y Delcy Rodríguez, hoy exponentes del Psuv con responsalidades de gobierno. Pero también hubo conquistas importantes. Y fueron tantas. Vivíamos en una democracia imperfecta; pero, perfectible.
El camino se truncó, con la elección a la presidencia de la República del ex golpista Hugo Chávez Fría. Lo que no pudo con la fuerza de las armas en 1992, lo alcanzó a través del voto en 1998. Su retórica logró engañar a quienes abogaban por una sociedad más justa. Vistió la piel de cordero para disfrazar su verdadero propósito. Fue así como, con el transcurrir de los años y el afianzamiento del chavismo, los atropellos del poder, la represión, las detenciones, las torturas, las desapariciones forzosas se tornaron políticas de Estado. Y hasta quienes sufrieron en su oportunidad las consecuencias de la “violencia de Estado”, como Jorge y Delcy Rodríguez, se tornaron cómplices de injusticias, arbitrariedades, despotismo y desafueros. De víctimas a victimarios.
El Dossier que dio a conocer la Onu acusa al presidente Nicolás Maduro de crímenes contra la humanidad. Y revela al mundo la realidad que los venezolanos sufren día tras día desde hace más de dos décadas. Pone en evidencia la transformación “gattopardiana” del poder. Autócratas disfrazados de demócratas. O sea, los rasgos fundamentales de una revolución populista opresora que precipitó al país en la pobreza y lo devolvió a un pasado que pretendía haber olvidado.
El informe de la Onu pone a Venezuela, otrora isla democrática, al mismo nivel de lo que fueron Argentina, Brasil y Chile, a mediados del siglo pasado. Expone a la luz del día todas las mentiras que esconde la dialéctica populista y demagógica del gobierno. En fin, los abusos que se ocultan detrás de la retorica autocrática: desaparecidos, presos, exiliados. Es la realidad de un país cuyo gobierno, en 20 años, fue incapaz de asegurar bienestar y democracia.
Ahora, ya nadie, dentro y fuera del país, tiene razones para seguir dudando. Ya ningún gobierno, partido, o líder político realmente democrático podrá mirar a otro lado. Es verdad, el futuro de Venezuela sólo pueden construirlo los venezolanos. No obstante, la solidaridad internacional, con hechos y no solo con palabras, sin duda ayudará a devolver el país por la senda de la democracia. Y a castigar a los culpables de los crímenes horribles de lesa humanidad denunciados por la Onu.
Mauro Bafile