Economistas advierten que la reconversión es puro maquillaje

CARACAS – La eliminación de seis ceros al bolívar es una medida que no goza del aprecio de los economistas; por el contrario, es percibida como una decisión inocua que no ataca el problema hiperinflacionario. Mucho menos ahora que surge lo que será conocido como el bolívar digital.

La hiperinflación, que ya suma cuatro años, es la más larga en la historia, después de la que vivió Nicaragua que se prolongó entre junio de 1986 y marzo de 1991.

Ronald Balza, decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), sostiene que la adopción de esta política es aislada y solo permitirá facilitar transacciones electrónicas sin asegurar estabilidad de precios.

“Es la segunda reconversión en tiempos de hiperinflación y no goza de un soporte adicional que permita reducir el financiamiento monetario”, explica Balza.

Para José Guerra la nueva reconversión monetaria se puede perder “en meses” si no se pone en marcha un programa contra la hiperinflación. Pronostica que los seis ceros habrán crecido de nuevo en un año, si la reconversión “no va relacionada con un programa económico para acabar con la hiperinflación y hacer crecer la economía”.

Balza estima que lo único que puede favorecer la medida es que, con menos ceros, los “bancos, el servicio aduanero y tributario, comerciantes y clientes, podrán reducir el número de caracteres usados en sus sistemas de computación”.

La moneda venezolana amanecerá el viernes primero de octubre con seis ceros menos y renombrada como bolívar digital.

Los seis ceros que se le quitarán a la moneda se suman a otros ocho, ya eliminados en las dos reconversiones anteriores, cuando la moneda pasó de llamarse bolívar -sin apellidos- a bolívar fuerte y, posteriormente, soberano.

Pese al nombre de la nueva moneda, esta no será digital, sino que contará con billetes y monedas.

Debido a la hiperinflación y la devaluación constante, el billete de más alta denominación actualmente en circulación, el de un millón de bolívares soberanos, se cambia por unos 25 centavos de dólar y su capacidad de compra es prácticamente inexistente.

En poco menos de un lustro, el país pasó de control a descontrol de cambio, una dolarización transaccional surgió con la fuerza de una tromba y acabó con los problemas de cuadre de sus balances debido al gran número de ceros que debían escribir.

“Es solo un cambio cosmético para facilitar las transacciones”, explica Guerra, un economista salido de las filas del Banco Central de Venezuela (BCV) y prestado a las labores políticas desde 2015.

La inflación es tan brutal en Venezuela que devaluó el billete de un dólar que a estas alturas no cubre siquiera el costo de tres pasajes diarios. Debido a la escasez de efectivo, los usuarios se acostumbraron a llevar a mano un billete de a dólar que, al cambiarlo a bordo de las busetas, le permitía cubrir sus necesidades de transporte durante los siguientes ocho o seis días.

Los precios de los pasajes fueron ajustados en las últimas semanas previas a la reconversión y ahora ni el dólar estadounidense, una de las monedas más fuertes del mundo, ha podido escapar de la depreciación.

Lo más seguro es que cuando entre en vigencia la nueva reconversión monetaria en octubre, los profesionales del volante vuelvan a ajustar las tarifas en todas las modalidades de transporte.

Los pasajeros que pagaban con un dólar en un carrito y recibían bastantes billetes de vuelto, deberán conformarse con uno o dos billeticos lo que hace presumir que la inflación se comió hasta los billetes del Tío Sam.

Redacción Caracas

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