“Pastas da Lidia” rellenas con sabor de Italia

CARACAS – Descubrir el acogedor lugar ubicado en una esquina de la urbanización La Carlota (al este de Caracas), es como estar en algún bar de Italia, donde la gente, música, sabores y el café preparado de la manera perfecta, nos hizo regresar un par de veces, antes de conocer la historia de sus dueños y compartirla con los lectores de La Voce.

Rocco Fagnano el hijo de la señora Lidia y don Giuseppe, un hombre atento y gentil, aseguraron que sus padres serían los indicados para echar el cuento, pues como inmigrantes y emprendedores, podían compartir el resultado de sus años de trabajo, primero con una sastrería y luego con un café restaurante, que vende además pasta artesanal propia, hecha con la receta y supervisión de su dueña.

Los Fagnano son de esas familias que tienen una nostálgica historia, y que a pesar de vivir por tanto tiempo en Venezuela, mantienen a Italia en su pensamiento y conservan los vínculos con los paisanos que allá quedaron.

El señor Guiseppe quien asombra con su lúcida memoria y precisión de detalles y fechas, reveló para la Voce d´ Italia, que nació el 6 de agosto de 1938 en Amantea provincia de Cosenza y el 8 de marzo de 1953, emigró en el barco Castelo Bianco que hizo la travesía desde Nápoles a Gènova, Barcelona, Madeira y La Guaira, donde atracó por primera vez.

Comentó que era un buque de guerra adaptado para pasajeros y en un camarote dormían como 300 personas, en el que le tocó la parte de arriba y a su amigo de recorrido la de abajo.

Cuando llegó a Venezuela su papá quien estaba en el país desde 1949 como ayudante de albañil, fue a buscarlo al puerto, y tuvieron que subir por la carretera vieja porque aún no estaba construida la autopista (la inauguraron en diciembre de ese mismo año), y se instaló junto a él en el Barrio Bruzual de El Valle.

Ese mismo día su padre lo llevó a casa de unos conocidos y desde el lunes, empezaría a trabajar en una sastrería de la avenida Urdaneta que estaba entre Carmelitas y Miraflores y que pertenecía a unos paisanos.

Giuseppe aprendió a coser en Italia porque en su pueblo en la mañana los niños iban a la escuela y en las tardes aprendían un oficio, bien como carpinteros, sastres, barberos o mecánico, y a los 14 años ya contaba con la destreza de hacer trajes completos.

Su experiencia la acumuló tras el paso por diferentes lugares, así estuvo en la sastrería con Pietro Rovella en el Valle y luego en Sabana Grande; en la fábrica de Trajes Larry en San Agustín y en 1955 comenzó en Trajes Wender donde estuvo por 5 años. Al irse de allí compró su propia sastrería en La Carlota y en 1964, adquirió el local donde aún sigue ubicado desde hace casi 60 años.

Explicó que comenzaron como un taller de confecciones que hacia las chaquetas a Trajes Wendel y luego se fueron desarrollando y creciendo, lo que los llevó a comprar y  expandirse con otros locales.

En la actualidad –agregó- el negocio de la confección de trajes ha cambiado mucho, la gente prefiere usar jeans y casi nadie viste trajes, por lo que se ha dedicado en los últimos años al arreglo de trajes y prendas de vestir, y con eso se mantiene siempre activo.

Amor en 4 meses

El señor Fagnano (quien prefiere escribirlo Fañano para que lo sepan pronunciar) en uno de sus viajes a Italia conoció a Lidia, una joven de su misma región que vivía frente a la casa de su hermana, y a los 4 meses se casaron en Italia y vinieron a Venezuela, y hoy 52 años después, siguen juntos y tienen dos hijos, la hembra vive en Firenze y el varón en Caracas y es además con quien doña Lidia tiene el negocio.

Lidia de Fagnano después de dedicarse a criar a su hijos y ayudar a su esposo en la sastrería, comenzó a preparar comida por encargo y hacer catering a nivel ejecutivo para algunas empresas, como lo hizo con Plumrose durante 19 años.

Luego de un tiempo su hijo le propuso abrir un café estilo italiano y le pidió que le hiciera la pasta artesanal. Fue así que empezaron con el primer negocio en La Carlota, era pequeño con sólo 8 mesas y mucha gente pidiendo comida y además para llevar. “La gente hacía cola porque le gustaba la comida” aseveró con orgullo.

Hasta que hace 7 años abrieron “Pastas Da Lidia”, un café-bar que vende pasta artesanal, pizza, antipastos y desayunos, donde la artífice que cocina y supervisa es la señora Lidia, acompañada de algunos ayudantes que ha ido enseñando para que mantengan su sazón y recetas iguales a como ellas la prepara.

En la actualidad cuenta con 36 empleados entre camareros, cocina y la fábrica (ubicada a una cuadra del restaurante), local donde se hace toda la pastelería por cuestiones de espacio y luego traen la producción diaria al restaurante, así como los congelados y comida para llevar y hornear en casa.

Reveló durante la entrevista, que en un día preparan al menos 200 croissants y en el negocio sirven como 80, el resto son para llevar.

Mientras que en pastas, salen al menos 20 kilos diarios, registrando mayor demanda las pastas rellena tipo raviolis o tortelonis y seca normal con tomates secos, camarones o carne molida, con una clientela promedio que va de 120 a 160 personas y los días bajos cercano a las 80 comensales.

”Por lo menos ven a ver”

Lidia quien elabora además las compras de la comida, en especial los vegetales, confesó que de pequeña nunca se acercaba a la cocina porque no le gustaba cocinar y su mamá siempre le decía “por lo menos ven a ver”, pero cuando se vino a Venezuela, siendo aún muy joven las cosas cambiaron, y empezó hacerlo por necesidad.

Aseguró que su aprendizaje se lo debe a leer recetas, ver y oír explicaciones de amigas, y así empezó, pero sin duda –dijo-  “la sazón viene de mi mamá que me la inculcó”.

Hoy día ha comenzado a delegar en los asistentes pero sin dejar de supervisar y estar al frente de los fogones, y trasmitiendo siempre sus conocimientos para que conserven el auténtico sabor en las comidas de su negocio

Al tiempo que siempre crean nuevos platos y cambian el menú para que los clientes estén satisfechos y se sientan como en casa, a pesar que los visitan personas de todas partes pero sobretodo italianos, españoles y muchos venezolanos, que siempre regresan y recomiendan a otros, o hace pedido por delivery.

“Sigo hablando italiano para que los demás aprendan”

En cuanto al vínculo con Italia, esta familia de inmigrantes que ha mantenido en casa siempre las tradiciones, sobretodo culinarias, viajan con frecuencia a ver a su familiares e hija que vive en la Toscana, sin embargo doña Lidia no descarta regresar algún día a su país natal, pues aunque no tiene planes de irse por el momento, siempre piensa en Italia, su gente y recuerdos.

“Amo mi tierra y tengo 52 años en ese te país y mantengo mi acento y sigo hablando italiano para que los demás aprendan, pero extraño mi familia, mi pueblo Calabria, y cuando voy lo visito y añoro mucho mi tierra (…), si fuera por mi me iría pero mi esposo no quiere dejar Venezuela, yo llegué con 20 años pero mi esposo con 13 años y tiene toda su vida aquí, mientras que yo tengo mis recuerdos de juventud en Italia, donde también mantengo el corazón”, puntualizó.

Letizia Buttarello Lavarte / Redacción Caracas

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