Torre del Marqués: Soñar en Matarraña

por Grazia Giordano

MADRID. – Cuando oigo a la gente hablar de la zona de confort y de cómo salir de ella, pienso en cómo lo hago yo… me subo a un coche y empiezo a viajar.

A menudo me muevo únicamente por la curiosidad y la necesidad de descubrir algo nuevo de este país que no para de sorprenderme.

La verdad es que España tiene mucho que ofrecer para los intrépidos que aman conducir sin dar importancia a la cantidad de kilómetros que ruedan.

En este último viaje, movida por la curiosidad que una charla entre amigos despertó en mí y también por la necesidad de desconectar y así poderme dedicar a la escritura de mi libro, descubrí la comarca del Matarraña, provincia de Teruel, situada en el territorio limítrofe con Cataluña y Comunidad Valenciana.

Me habían hablado de una naturaleza repleta de pinos, de los olores a resina, de olivos centenarios, vides, almendros y cipreses. De sonido de pájaros y cigarras. De huellas de zorros y de jabalíes. De pueblos con tejados y callejuelas medievales.

De la charla con los amigos recordaba que habían mencionado, asimismo, la posibilidad de hospedarse en un hotel de lujo. Desafortunadamente no recordaba el nombre y no me apetecía preguntarles, aunque me conocen por “la despistada”.

 

 

Seguro lo encuentro una vez haya llegado, pensé.

Gracias a las nuevas tecnologías fue fácil llegar a esta comarca y descubrir cuál es el hotel de lujo del que hablaban mis amigos. Se llama Torre del Marqués.

Desde el primer momento el paisaje me enamoró. Para llegar al hotel tuve que cruzar un camino de unos tres kilómetros entre árboles. Allí, al final del camino, encontré una masía del siglo XVIII.

Eso promete me dije.

Nada más aparcar en la puerta del hotel me recibió una señorita, bien vestida, dándome la bienvenida con su mejor sonrisa, ofreciéndose a llevarme la maleta. Me indicó donde aparcar, una estructura con paneles solares y plazas para poder cargar mi coche eléctrico.

Los grandes ventanales de cristal iluminaban con luz natural el hall del hotel, completamente restructurado con un gusto exquisito, colores cálidos y en el cual, como me explicó más tarde el dueño Óscar García, se utilizaron materiales de la zona. Con sencillez y un cálido apretón de mano, él mismo me dio la bienvenida. Sus ojos reflejaban intacta la ilusión que le da su proyecto.

Al ver mi curiosidad y tras las preguntas que le hice para saber cómo empezó la idea de abrir un hotel de 5 estrellas en una comarca aún poco conocida, me invitó a tomar un vino, mientras me asignaban la habitación, y empezamos a charlar.

Oscar me contó que la masía había pertenecido al Marqués de Santa Coloma, titulado por Carlos II en 1684 y concedido a Sebastián de la Torre y Borrás. Sus descendientes solían utilizarla como residencia de verano. Una casa noble, parcialmente fortificada con capilla y espectaculares vistas.

Le pregunté si conocía este lugar desde hace mucho tiempo, si tenía recuerdos de una infancia pasada entre estos parajes. Me sonrió y me dijo que no fue esa la razón que impulsó a él y a su mujer Marta Goiri, a emprender ese proyecto.

Ambos son ingenieros, viajaron en el año 2016 a Matarraña y se enamoraron del paisaje.

No me extraña le dije mirando las montañas desde el ventanal.

 

 

Decidieron que era el lugar perfecto para llevar a cabo un proyecto que ambos soñaban tiempo soñando: crear un hotel de lujo comprometido con el medioambiente y con las comunidades locales. Parece que lo habéis conseguido, le dije sonriendo.

Por cierto, ¿Os he dicho que el vino estaba buenísimo? Es de sus viñedos que rodean el hotel.

La recepcionista me puso al día acerca de las varias actividades que se podían hacer, de los pueblos más cercanos y, sobre todo, de la posibilidad de disfrutar del Spa del hotel y de su excelente cocina en el restaurante ubicado en la planta baja donde se puede degustar la gastronomía local tradicional fusionada con la de vanguardia. Reservé una mesa para la cena cerca del ventanal más grande. Y fue deliciosa.

Me asignaron una de las 18 habitaciones con vista al Valle del Tastavins. Habitación grande con todos los conforts de un hotel de lujo.

Inmediatamente me invadió una sensación de paz y desconecté en seguida del resto del mundo gracias a la quietud del lugar. ¡Qué pronto se acostumbra uno a lo bueno!

Y como pasa con todo lo bueno, también terminó, demasiado rápidamente, mi estancia en este hotel.

Sin embargo, me quedó el recuerdo de una experiencia extraordinaria que sin duda repetiré a la primera ocasión, ya que… aún no he acabado de escribir mi libro.