El Viaje

Hay viajes que cambian la vida radicalmente.
Hay viajes que cambian la vida radicalmente.

—¿En qué piensas? — pregunta Marcos sin mirarme.

—En las carreteras.

—¿Qué les pasa a las carreteras? Son un río de asfalto y nosotros sus peces—esta vez sí me mira y me sonríe.

—Las carreteras resuenan, cantan, refulgen, destellan. Son culebras que avanzan…para algunos hacia el sur, para otros hacia el norte. Huelen a gasolina, a diésel. Espinas dorsales de un país, empalmando vidas, destinos e historias…

—Tú sí que me empalmas— se ríe interrumpiendo mi reflexión.

De reojo miro su entrepierna y noto un pequeño bulto. Ignoro su comentario y sigo con mi reflexión —La carretera nos observa, nos acompaña, nos desliza en cada curva, nos indica la salida cuando estamos a punto de abandonarla y siempre está dispuesta a recibirnos para que recorramos su cuerpo otra vez.

—¡Me pones!

—¿Te has preguntado alguna vez dónde va la gente que nos cruzamos en la carretera? — le pregunto sin quitar la mirada de la vía.

—De viaje…imagino— Contesta.

—De viaje—repito— Hay viajes que cambian la vida radicalmente. También hay viajes que regalan experiencias cortas e intensas.

—No te entiendo…

—Adelanta a ese camión y ponte delante, no muy lejos— le digo

—¿No será una de las tuyas? —pregunta acelerando.

Miro hacia la ventanilla mientras superamos al camión. Miro la cara del conductor, un señor sobre los 50 años, corpulento, con pelo gris y una ralla lateral marcando el peinado. Le sonrío, devuelve la sonrisa con un ligero movimiento de la cabeza en modo de saludo.

—No te alejes mucho, quiero que nos vea.

Me deslizo en mi asiento hasta acercarme a Marcos. Beso su cuello pasando la punta de la lengua sobre su piel. Sus manos aprietan fuerte el volante, mientras la mía acaricia su pierna, desde la rodilla hasta la ingle.

—¿Crees que nos está mirando? —Pregunto mirando desde el retrovisor

—Estoy empalmado, ya no me cabe en los pantalones. Sácala—jadea

Lentamente desabrocho el cinturón de los pantalones, el botón y la cremallera —Deja que nos adelante, ve mas despacio— le ordeno mientras mis dedos buscan su verga para sacarla de la tortura.

Marcos ralentiza y el camión pone el intermitente para adelantarnos. Lo hace despacio, mientras despacio escurro la piel de la polla de Marcos desde el capullo hasta abajo. El camión ahora está a nuestro lado, vamos paralelos en la carretera. Sigue su marcha sin adelantarnos.

—Ahora despacio, deja que nos adelante— Su polla sigue creciendo en mi mano. —Ponte a su lado, así nos puede ver mejor.

Desde el camión nos llega su aprobación con un golpe de bocina.

Me llevo la palma de la mano izquierda hacia mi boca, la chupo y vuelvo a agarrar la polla. Me subo la falda hasta las rodillas. Miro desde la ventanilla y está ahí, suplicando con su mirada que siga. Subo la falda un poco más. Mi mano derecha se esconde bajo la falda. Me muevo con soltura hasta llevar mis bragas a las rodillas. Vuelvo a mirar al hombre, puedo ver su sudor y se muerde el labio. Mis bragas caen al suelo. Abro las piernas. Mi mano sigue debajo de la falda. Apoyo mis pies en el salpicadero. La falda cae hacia atrás dejando al descubierto mi mano entre mis piernas.

La bocina vuelve a tocar. —Adelántale— ordeno a Marcos.

Me doy cuenta del poder que tengo en este momento sobre estos dos miembros, uno en mi mano y otro en la mano de su dueño.

Vuelvo a mirar en el retrovisor, veo al hombre agitar el hombro derecho —Se está haciendo una paja—Digo en voz alta

—¿Eso te excita? —me pregunta Marcos

—Mucho—contesto mientras introduzco un dedo en mi coño húmedo

—Déjame tocarte—me suplica Marcos

—Conduce—Le ordeno

Suelto la polla de Marcos para desabrocharme el botón de la blusa sacándome un pecho. Lo acaricio, juego con el pezón. El dedo de mi coño acaba en la boca de Marcos, lo muevo hasta sentirlo completamente mojado y me lo llevo al pecho. Lo estrujo con fuerza —Ojalá me pudieras follar ahora mismo— Le digo notando crecer en mi el deseo de ser multitud en este preciso instante.

—Vuelve a ponerte a su lado. Quiero que sea él quien me folle, con su mirada, con su paja, mientras te chupo— Me agacho sobre Marcos, su polla está dura y recta a la espera de entrar en mi boca. La recibo entera, levanto la falda enseñando mi culo a la ventanilla. Ojalá estuvieras aquí detrás de mí, señor camionero.

Marcos sigue conduciendo al lado del camión. Cierro los ojos y siento las manos grandes y fuertes del camionero sobre mi culo. Lo aprieta, lo abre, lo mira…de cerca, de lejos, lo desea, lo chupa, lo moja. Saca su verga, lo abre, lo penetra, empuja…fuerte, desliza dentro de mí. Suda, gime el desconocido, me excita y la polla de Marcos sigue latiendo en mi boca.

—No puedo más, me voy a corr… —No le da tiempo a terminar la frase, Marcos explota en mi boca y un golpe de bocina anuncia que el señor camionero se ha corrido también.

—Eres mala y perversa. Pobre camionero, lo que habrá sufrido— me reprocha Marcos mientras adelantamos al camión.

Limpiándome la boca miro por la ventanilla despidiéndome del señor que agita un pañuelo como una señal de rendición.

Hay viajes que cambian la vida radicalmente. También hay viajes que regalan experiencias cortas e intensas, que recuerdas para siempre.

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