Una Clase Magistral

una clase magistral
Una clase magistral

Suelo llegar tarde. Toda mi vida llegando tarde. Por experiencia he aprendido que llegar tarde en verano no conviene, llegas empapado de sudor.

Hoy me he levantado a tiempo. No quiero llegar sudada, aunque pensándolo bien, una camisa mojada no es tan desagradable. Me guiño un ojo.

Afortunadamente la facultad no está lejos de mi piso de estudiantes.

El día se presenta caluroso, aunque el aire por la mañana es más fresco. Hoy se acaban las clases y empiezan los exámenes.

El aula donde dan clase de antropología está al final de un pasillo hecho de arcos de Vanvitelli. Ahí el aire circula rozando los cuerpos de los estudiantes y profesores cuando, terminada la clase, se reúnen en él para debatir las ultimas dudas.

La habitación tiene forma de un teatro griego y hoy me ha tocado sentarme en lo alto de la “montaña”, por llegar tarde, como siempre.

Intento no llamar mucho la atención subiendo despacio la escalera. Me coloco detrás del banco y le veo de espaldas escribiendo en la pizarra negra que resalta su camisa blanca. Mis ojos siguen las curvas de su brazo, bajan hasta el costado y se quedan admirando su culo redondo. Si no apruebo siempre podré decir que me distraían sus curvas. Sonrío.

—Este es el baño de los hombres— Sin mirarme, sigue lavándose las manos.

—Nunca me ha importado realmente el sexo de las personas— Le contesto acercándome tanto que huelo su perfume a madera— No me fijo dónde me meto.

—¿Tampoco en los lugares públicos? — Apoya las manos en el lavabo y me mira a través del espejo.

—Todo está en tu cabeza. Aquí no hay nadie que pueda vernos, no hay público— Acerco mi pubis a su cadera.

— Tienes razón. No hay nadie más que tú y yo. Eres convincente.

Acaricio sus manos aún mojadas, subo por los brazos llegando a su cuello. Perfilo la barba con los dedos. Su mirada clavada en mí desde el espejo con aire de desafío, sigue cada movimiento de mis manos, sin pestañear.

—Deberías parar. Eres una niña— Se queda quieto en la misma posición esperando una reacción a su reproche.

—Qué pasa…¿No te has planteado ser padre de una niña? — Apoyo los labios en su cuello, le huelo.

—No deberías estar aquí— Sigue con su intento de pararme.

—Eso ya me lo has dicho. ¿Se te ocurre algo más interesante que decirme…o hacerme?

No espero una contestación y mis manos empiezan a desabrochar el cinturón de sus pantalones.

—Tenemos que volver a clase— Intenta quitarme las manos.

—Tranquilo, no van a empezar sin el profesor— Sigo desabrochando los pantalones y noto bajo mi mano derecha el tamaño de su bulto.

—No voy a hacer nada que no te guste. Voy a ser muy generosa contigo—Le digo sonriendo.

Los calzoncillos bajan juntos a los pantalones dejando al aire las piernas, el culo y su enorme bulto.

—La tienes dura…y grande, y ansiosa de jugar con su niña.

Me pongo de rodillas delante de su precioso culo y empiezo a besarlo, a lamerlo y apretarlo con las dos manos.

Sigue sin moverse, ni una palabra, ni un gemido.

Le doy la vuelta y me encuentro su polla a la altura de mi boca. La acaricio con mi mejilla, con mi nariz, con mis labios.

—Hueles bien y tu piel es muy suave— Le digo sin dejar de mirar el reluciente capullo.

Apoyo mis manos en su pecho acariciando los pezones. Su piel oscura reacciona bajo mis pellizcos.

Su polla se estremece, busca mis labios. La agarro fuerte, la llevo hacia mi boca y antes de meterla dentro, le miro. Sus ojos marrones me suplican para que no le deje sin acabar.

—Sé lo que quieres. Hazlo— Le ordeno

Me agarra por el pelo, me levanta del suelo y lleva mi cara hacia la suya.

—Eres una niña caprichosa y voy a castigarte— Me susurra al oído.

Me da la vuelta, levanta mi falda de pliegues veraniega, se moja los dedos y los frota para lubricar mi coño. Sin quitarme el tanga empieza a empujar con su polla con golpes secos y profundos.

Ahora soy yo la que está apoyada en el lavabo y contemplo su rostro desfigurado de placer a través del espejo.

—¿Sabes dónde voy a acabar? ¿Lo sabes? — No me hizo falta contestar para saber que ambos queríamos lo mismo.

Me vuelvo a poner de rodillas delante de él. Ahora su miembro huele a mí y enseguida noto el amargor de mi sabor en mi boca. El grosor de su polla llena por completo mi boca. Mi lengua disfruta de la superficie lisa y reluciente. Con su mano agarrándome del pelo, empuja cada vez más rápido y termina ordenándome que me lo trague todo.

—Si alguien se ha quedado dormido durante mi clase y tiene alguna duda antes del examen, puede enviarme un correo.

Me despierto de otro sueño que sigue distrayéndome de sus clases. Me paso el torso de la mano por los labios para limpiarme los restos del resultado de una clase magistral.

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