La sobremesa

Lilith la sobremesa
Lilith la sobremesa

El resto del día se presenta bastante aburrido sin el protagonismo de Isa.

No puedo parar de pensar en ella. ¿Quién es Isa?

Conozco a Marcos desde hace tiempo y nunca me ha hablado de ella.

Estoy sentada en la mesa del comedor de casa de Marcos, con sus amigos y su hermano Miguel y desconozco lo que saben de mí.

Marcos me agarra la mano por debajo de la mesa y la lleva a su polla. Me susurra, —tienes que acabar lo que has empezado en la cocina. Me has dejado con muchas ganas.

Marcos es capaz de excitarme tan solo hablándome.

Sin mirarle cojo su mano y la llevo a mi entrepierna, me acerco y le digo, —cúrratelo.

—Me pregunto qué hace una mujer tan atractiva como tú con un profesor universitario de matemáticas aburrido.

La voz de su hermano me pilla de sorpresa y alejo la mano de Marcos de golpe.

—Eso mismo me pregunto yo cada vez que me despierto y la veo a mi lado —contesta Marcos.

—Considero a tu hermano un hombre con muchos recursos, además de ser aburrido. Pero es cierto, aún no he encontrado la razón exacta. —Digo mientras sonrío a Marcos.

—Yo le considero un hombre atractivo e interesante. —Interrumpe las risas la nueva pareja de su amigo Marcelo, Miriam— Creo que deberías considerarte afortunada —Añade sonriéndome.

Marcelo se sirve una copa más de vino blanco y le dice que ella no tiene criterio eligiendo a los hombres y empieza a contarnos.

—El otro día estábamos sentados en la barra de un bar tomando una copa y justo enfrente había una pareja que no paraba de morrearse. No fuimos los únicos en percatarnos de ello, no se cortaban un pelo, empezaron hasta a meterse mano.

Miriam asiente con la cabeza y Marcelo sigue con su historia.

—Ella a lo mejor era más joven, pero él…él era…no sé, me dio la impresión de que la acababa de conocer y que le iba a salir cara la copa. El hecho está en que empezaron a mirar hacia nosotros, nos sonreían levantando la copa. Miro a Miriam y la veo sonreír al “cabeza blanca”. Le pregunto si le parece bien lo que está pasando y me contesta que le parece interesante y que deberíamos tomar una copa con ellos. No me dio tiempo de contestarle, se levanta y va hacia ellos. No sabéis cómo le va la marcha a Miriam, me cuesta seguirla.

—Si quieres te ayudo yo, cuando no puedas la acompaño yo —le dice Miguel riéndose— Te la cuido yo.

Miriam me mira divertida y añade. —Si tengo que elegir entre los dos hermanos, ya sabéis con quién me quedo.

—Me parece muy interesante la historia de Marcelo, ¿por qué no le dejamos terminar? —Añado mirando con curiosidad a Miriam, una mujer de pelo corto castaño y grandes ojos verdes.

Marcelo, escuchando mis palabras, mira de reojo a Marcos y sigue con su historia.

—Nada, se levanta y se sienta con ellos al otro lado de la barra mientras yo aviso al camarero para que nos sirva una ronda más de lo que estábamos tomando. Nada más acercarme la chica me indica que me siente a su lado, frente a Miriam que ya estaba hablando con “cabeza blanca”. Me dice que se llama Gloria y apoya su mano en mi pierna para acercarse a darme dos besos. La mano se quedó en mi pierna un buen rato, incluso me acariciaba. Empezaron a preguntar si íbamos a menudo a aquel bar, si conocíamos algo más original por la zona porque, si no recuerdo mal, estaban pasando el fin de semana aquí. Y la loca va y empieza a hablarle de la cantidad de sitios que hay en esta ciudad para pasarlo bien.

؅—Venga, dinos en cuál acabasteis —le corta Miguel.

—Acabamos en el de siempre, además estaba cerca.

—Queríamos pasarlo bien —contesta Miriam sin quitar los ojos de encima a Marcos.

Marcelo sigue con su historia. Miguel se ríe como un niño pequeño viendo cómo salta el maíz en una sartén y se transforma en palomitas.

Necesito un poco de agua con hielo. Este calor es asfixiante, ojalá hubiera ido a la playa con Isa.

—¿A dónde vas? —Me pregunta Marcos.

—¿Te vas justo ahora que empezamos a entrar en los detalles? ¿Te estas aburriendo? —Miriam no para de picarme.

—Voy a la cocina por un vaso de agua. No, no me estoy aburriendo. Creía que había quedado claro que el aburrido es Marcos, aunque tú sigues encontrándole interesante.

De repente todos callan. Por fin un poco de silencio. ¿Por qué me están mirando? Creo que me he pasado.

—¿Alguien quiere un poco de agua y un buen café con hielo? —Me apresuro a preguntar con todo mi glamour— Voy a ser rápida, por favor esperadme, no quiero perderme ningún detalle.

Antes de que pueda salir del comedor, la voz de Miriam me llega como una cuchillada en la espalda. —¿Has hecho alguna vez intercambio con tu pareja?

—¿Tengo que ser sincera o puedo mentir? —Contesto clavándole mi mirada por encima de mi hombro.

—Cuéntanos tu experiencia…

Miriam insiste pero yo ya no la escucho y la fantasía galopa en mi cabeza.

Estamos ella y yo. En mi fantasía nadie más está sentado en la mesa de esta casa.

Lentamente me acerco. Cuanto más me acerco más grandes se hacen sus ojos verdes.

Aparto su vaso del mantel y me siento en la mesa abriendo mis piernas a la altura de su cara

-Te lo cuento solo si consigues mirarme a los ojos sin mirar por debajo de mi falda.

Ella y yo, nadie más. Cojo su mano y la apoyo en mi muslo —Mírame a los ojos, si no te vas a perder el cuento —le digo acariciando mi pierna con su mano.

Con la otra mano agarro su copa de vino —¿Te apetece un sorbo?

Miriam levanta la cabeza y desde arriba dejo caer el líquido rojo hacia su boca.

—¿Quieres más?

Vierto el vino sobre mi pecho por debajo de la camisa. Me agacho hacia ella para que pueda lamerme. Me desabrocho la camisa y empujo su cara hasta mi vientre. Otro chorro de vino sigue bajando y ella sigue bebiendo. Levanto la falda, mis bragas blancas reciben el chorro de vino.

Sus labios sobre el algodón, el vino se desliza, su lengua escarba. Tiro de su pelo.

—No vayas deprisa, saborea bien el vino.

Desde mi boca, como una fuente, sale otro chorro de vino que termina en su cara, en sus labios, en su lengua.

—Ahora quítame las bragas, despacio. Coge el vino y sírvete un trago desde mi coño. Déjalo bajar lentamente sin que se te caiga ni una gota. Muy bien, así, sigue así. Desliza tu dedo, pon dos…quiero dos, más rápido, más al fondo…chupa Miriam, chúpame y dime que llevas deseando hacerlo toda la tarde.

Acaricio su pelo y levanto su mentón con mi mano, me acerco a su oído y le susurro —No vuelvas a desafiarme nunca más.

—Qué buena idea has tenido, café para todos y hielo, mucho hielo.

Marcos siempre sabe cuándo es el momento oportuno para hablar y devolverme a la realidad.

—Vale —contesto sonriendo— Después te cuento mis aburridas historias de intercambio de parejas…Miriam, ¿verdad? Es ese tu nombre, ¿no?

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