Tissues

Tissues

Ganas de vomitar. Es lo único que siento en este momento.

La boca seca, intento tragar, me parece asqueroso no poder ni casi mover la lengua.  El vino, maldito vino, pensé.

Me incorporo en la cama, sujetándome la cabeza como si fuera una bola de cristal que estallaría en mil trozos si cayera al suelo.

Voy al baño aún con los ojos medio cerrados por la fuerte luz del sol que entra por la ventana abierta, hace calor.

Me miro al espejo y la imagen reflejada me trae sus manos en mi pelo, mi boca en la suya y unas secuencias de escenas que ni sé si son de verdad o simple imaginación o recuerdos aún difusos por la borrachera.

Me siento en el váter para eliminar los restos del líquido blanco que anoche sin permiso introduje en mi cuerpo. Cierro los ojos mientras relajo mi vientre y ella está ahí, delante de mí, tocándose el pelo y sonriendo.

Aún puedo sentirla, aún puedo tocarla. Estúpida, ¿por qué te corriste tan pronto? ¿Por qué no recorriste todo su cuerpo con tu lengua?

Me lavo la cara como queriendo quitármela de la cabeza, aún no sé si lo que quiero borrar es lo ridícula que fui o su cuerpo. De hecho no consigo apartar de mi cabeza ni lo uno ni lo otro.

Un café, necesito un café, líquido negro y amargo que despeje rápido mi mente.

Cojo la cafetera del armario, mi mano acariciando su pecho, abro el grifo del agua fría, mi boca besándola, relleno la cafetera del polvo negro, su cara entre mis piernas. Aprieto la cafetera, mis dedos en su pelo.

Basta, lo que hice está hecho. Seguro que ella ni se acuerda de mí, qué tontería pensar en algo que ya pasó…eso dicen.

La cafetera no para de escupir su oro negro. Me sirvo una taza llena.

Qué bien sienta el café por la mañana, y por la tarde y seguramente por la noche también en lugar del vino ya que tú no bebes…me repito.

Sigo arrastrando mis pies en el pasillo, Dios qué calor hace, me molestan hasta los tirantes de mi top de encaje negro.

Me tumbo en la cama, las sábanas se pegan, me desnudo, me levanto, pongo el ventilador apuntando hacia la cama.

Me vuelvo a tumbar. No sé qué hora es, da igual, no tengo nada que hacer, es sábado.

Noto el aire del ventilador que refresca mi cuerpo, por un momento dejo de sudar. Miro la mesilla de noche, mi teléfono está ahí, pantalla oscura y sin señal, estará sin batería, pienso.  Una caja de pañuelos, mi caja de Tissues en mi mesilla de noche. Recuerdo cómo llegó ahí´.

Sonrío recordando las horas de sexo que compartí con John, no había manera de que usara preservativos  No me gustan, decía. Un día se presentó con la caja de Tissues, dijo que era para limpiarme de su esperma.

Era un tipo raro, John. Rubio, muy inglés, alto y delgado. Era más joven que yo y pasábamos las horas jugando. Insistía preguntándome para que le dijera dónde quería que se corriera esta vez. Lo raro era que me lo preguntara antes de empezar a tocarnos siquiera.

Era joven y no teníamos prisas, así que nos quedábamos horas y horas disfrutando de un sexo divertido, y los pañuelos acababan en el suelo de mi habitación. Lo nuestro no tenía futuro, ambos lo sabíamos, y un día dejamos de vernos. Me queda su caja de Tissues.

Es curioso como esta palabra, TISSUE, puedes convertirla en ISSUE quitando simplemente una letra y acabas usando los pañuelos para secar tus lágrimas en lugar de limpiar tu piel del esperma de tu amante que corriéndose gime y grita marcando el territorio de tu cuerpo.

El recuerdo de John se mezcla con el de Isa y mi cuerpo vuelve a sudar.

Noto cómo el aire sube por mis poros, enfriando cada gota de sudor. Abro las piernas, el aire ahora parece más frio. Se insinúa entre los pliegues subiendo por el Monte de Venus y llegando a mis pezones.

Erguidos, duros y sudorosos, cierro los ojos y busco entre los recuerdos.

Ya no estoy sola en mi habitación, Isa está sentada en mi cama a mi lado mientras que John, desnudo de pie y con su caja de pañuelos, nos mira de cerca.

Isa, sonríe, me acaricia el cuello. Estoy desnuda, el aire del ventilador se trasforma en una brisa marina. Cierro los ojos, echo la cabeza para atrás, dejo al descubierto mi cuello e Isa empieza a besarlo. Su lengua llega hasta mi oído, me hace cosquillas, me excita.

John tiene una erección, puedo ver cómo se toca sin quitar los ojos de mi cuerpo y de las manos de Isa.

Esta vez no voy a dejarla marchar sin que haya disfrutado de su cuerpo, me repito.

Se acerca, quiere que la bese, quiere que le quite la ropa, quiere que meta mis dedos en su sexo y no pare de frotárselo. Quiere que apriete su culo, que lo muerda, que lo chupe. Eso es lo que ella quiere que yo haga, quiere que lleve conmigo todo el día su sabor.

John sigue acariciando su pene con su elegancia inglesa. Me pregunto en cuál de los cuerpos dejaría su esperma si le dejáramos participar, en el mío o en el de Isa. Conozco la respuesta.

Isa, déjame tocarte, déjame apretar tus pechos, morder tus pezones, aún los recuerdo firmes y duros entre mis dedos. Isa, déjame que te desnude, déjame meter los dedos en tus bragas, mójame con tu flujo.

El aire sigue entrando en mis piernas abiertas, se hace espacio entre mis dedos que abren los labios para sentirla entrar.

John se acerca amenazante con su polla dura apuntando hacia arriba. Sonrío, la llamaba mi bate, me decía que me iba a dar con su bate en el culo si me portaba mal.

Isa se da la vuelta y empuña el bate, empieza a subir y bajar su mano. Me mira, no deja de mirarme mientras que el bate de John se está abriendo camino hacia la boca de Isa.

Isa lo recibe con sus labios carnosos y rosas. Saca la lengua y empieza a lamer el capullo.

Me incorporo a la cama y desde atrás abrazo a Isa. Acaricio su pecho, apoyo mi cadera en su culo. Con las dos manos le abro las piernas, no se resiste.

Mi teléfono empieza a sonar, vaya, sí que tiene bateríajusto ahora.

Lo cojo, la pantalla me indica que tengo un mensaje de Marcos. De repente me acuerdo, miro la hora, es tarde, joder.

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