por Mariza Bafile
“No quiero sus condolencias… mis amigos y profesores fueron asesinados. Muchos de mis ex compañeros de clase han muerto. Haga algo en vez de rezar. Los rezos no resuelven el problema. Controlar las armas puede evitar que esto ocurra de nuevo”. Con este tweet Sarah, estudiante del liceo Stoneman Douglas de Parkland, respondió al que había difundido el Presidente Trump después de la masacre que enlutó su escuela. Pocas palabras que resumían el sentir de todos sus compañeros quienes lo reenviaron y reenviaron hasta volverlo viral.
Es la respuesta de los jóvenes frente a una nueva tragedia que ha transformado una mañana cualquiera en un reguero de sangre.
En Parkland, Florida, una mano armada “legalmente” ha cobrado nuevamente la vida de inocentes. Es la décima octava vez que ocurre en Estados Unidos desde que comenzó el año. Diecisiete los muertos, trece de ellos menores de edad. Eran muchachos cuyas familias son de distintos orígenes, como muestran sus apellidos. Entre ellos también Joaquín Oliver, un venezolano de 17 años quien recientemente había obtenido la ciudadanía norteamericana y Martín Duque, de 14 años, de origen mexicano.
El asesino un ex estudiante, Nikolas Cruz, quien, para desahogar su rabia y sus frustraciones, ha comprado sin problema alguno un fusil semiautomático AR-15 y con frialdad escalofriante lo ha descargado sobre sus ex compañeros de escuela.
Esta vez los jóvenes decidieron tomar la palabra y decir “basta”. Con gran agudeza periodística y capacidad de trasformar la rabia y el miedo en una acción positiva que dejara testimonio de los momentos terribles que estaban viviendo, David Hogg, de 17 años, grabó unas entrevistas a sus compañeros mientras estaban encerrados en un pequeño espacio, en la oscuridad, tratando de resguardarse de la furia homicida de Cruz.
Sus entrevistas, presentadas en varios canales de televisión, también se volvieron virales y el mismo Hogg, a los periodistas reiteró que quieren hechos y no palabras. “Lo que ha pasado es inaceptable”, dijo, mirando serio a la cámara, y pidió a los congresistas abandonar la retórica y tomar acciones concretas para limitar la venta de armas.
Igual impacto tuvieron las palabras valientes, apasionadas, de otra estudiante, Emma González, quien denunció la facilidad con la cual es posible adquirir un arma en Florida y ha reiterado que el compromiso de todos es que la masacre de Parkland sea la última en todos Estados Unidos. En medio de una concentración de personas que la aplaudían con entusiasmo cada vez que terminaba una oración, Emma González, ha dicho que su generación ya no quiere escuchar mentiras y que luchará para cambiar las reglas y evitar que alguien tenga que pasar de nuevo por una situación tan dolorosa y traumática.
Es muy importante la reacción de estos jóvenes quienes saben que sus vidas quedarán marcadas para siempre. La muerte y el dolor los ha obligado a crecer a destiempo y ahora están listos para asumir su responsabilidad frente a uno de los problemas más graves de Estados Unidos: la venta indiscriminada de armas.
Es una lucha impar ya que el poder de la asociación NRA (National Rifle Association) es tan grande que inútiles han sido hasta el momento todos los intentos de cambiar las leyes en materia. La oposición de los republicanos ha sido compacta y el momento actual pareciera el menos propicio en consideración de la posición del actual Jefe de Estado quien ha reiterado en muchas ocasiones su contrariedad hacia cualquier control en la venta de armas.
Poco importan las cifras escalofriantes que reporta la página Everytown Gun Control: desde 2013 han habido 290 ataques armados dentro de las escuelas, y muchos más en las cercanías.
Decir que los tiroteos de masa son obra de desquiciados no es suficiente. Es obvio que una persona en sus cabales no sale una mañana cualquiera con un fusil a cuestas a matar personas. El verdadero problema reside en la facilidad con la cual ese desquiciado ha podido comprar un arma de guerra.
No sabemos hasta cuando los congresistas y el mismo Jefe de Estado podrán tapar el sol con un dedo y evitar enfrentar esta realidad. Sin embargo consuela ver que este nuevo trauma ha logrado movilizar a los jóvenes quienes ya no seguirán con indiferencia los pasos de los legisladores para darles la seguridad que merecen.
En los momentos de crisis los seres humanos descubren la solidaridad y el compromiso colectivo. Es lo que les ha pasado a las mujeres quienes se han volcado a la calle para defender las conquistas sociales logradas tras tantas luchas, a los dreamers y a muchos otros grupos que están recuperando su capacidad de lucha y de cohesión para enfrentar amenazas colectivas.
Las redes ayudan a construir comunidades y a organizar acciones concretas para que sus peticiones no caigan en el vacío. El tweet de Sarah, las entrevistas de Hogg, el discurso de Emma González, tienen la fuerza de un grito de batalla. Los jóvenes quieren respuestas concretas para evitar morir una mañana cualquiera a manos de alguien que transforma en proyectiles mortales su depresión, sus rabias y odios. A la voz de los estudiantes de Parkland se unieron muchas más para decir “basta” a una situación absurda que pone en riesgo sus vidas allí donde deberían estar más seguras: las escuelas.
Es esta la otra cara de la medalla de Estados Unidos, la cara que hace grande de verdad este país.