Celeste Olalquiaga: el Helicoide, símbolo de la modernidad y de su degradación

Helicoide
Foro Penal, Helicoide

El Helicoide, imponente, elegante en su sinuosidad deteriorada, víctima del desgaste del tiempo y de la ineptitud humana, se yergue cual espejo implacable, indestructible, de la capital que habita: Caracas. Símbolo de un país petrolero proyectado hacia el futuro, se ha transformado hoy en una cárcel donde la brutalidad impera y los quejidos de los presos quedan atrapados entre las piedras de la Roca Tarpeya que palpita en sus entrañas.

Es la imagen viva de un pasado en el cual los sueños de grandeza parecían todos al alcance de la mano, y de un presente hundido en un infierno sin fondo.

La primera vez que Celeste Olalquiaga supo de su existencia fue cuando, siendo todavía una adolescente a comienzos de los años ‘80, vio las imágenes de un masivo desalojo de las casi 10mil personas que allí habían buscado cobijo durante tres años.

Ni en ese momento ni cuando, meses después, mientras transitaba de noche por la Avenida Fuerzas Armadas, observó impactada el gigante oscuro erigirse cual panal de abejas abandonado, envuelto en una oscuridad insondable, pudo imaginar que un día le dedicaría cinco años  de estudio y dedicación.

Celeste Olalquiaga, historiadora cultural especializada en la modernidad, es la fundadora del PROYECTO HELICOIDE con el cual ha organizado, diferentes exposiciones en Caracas y en Nueva York y ha presentado, junto con la co-editora Lisa Blackmore, el libro: Downward Spiral: El Helicoide’s descent from mall to prison que publicará en septiembre la editorial neoyorquina Urban Research.

Nació en Chile y se crió en Caracas, ciudad que dejó para profundizar sus estudios en Nueva York. Aquí escribió dos libros importantes, Megalópolis y El reino artificial. El primero se dedica a estudiar los aspectos posmodernos de las ciudades. El segundo analiza el kitsch como fenómeno moderno. Al terminar El reino artificial, después de haber vivido 15 años en Nueva York, Celeste decide ir a París para estudiar otros elementos del reino artificial y en particular los fósiles que en el Renacimiento llamaban petrificaciones. Allí se sumerge en el estudio de las colecciones de historia natural y empieza otro libro. En El Reino artificial el cangrejo ermitaño Rodney acompaña su relato. Para este nuevo texto escoge la Medusa, símbolo indudable del concepto de petrificación. Es un camino mucho más complicado del que suponía. Cuanto más ahonda en este personaje mitológico, más difícil se le hace liberarse de su hechizo.

El estudio se fue complicando – confiesa – y, si bien traté de evitar que la Medusa se adueñara de mi libro, eso fue lo que pasó.

 

Celeste Olalquiaga

 

Hasta cierto punto, porque luego te dedicaste a otra petrificación: el Helicoide que cubre La Roca Tarpeya.

Es verdad. En cierta forma lo que hice fue un cambio de registro. Me dediqué al estudio del Helicoide, que de hecho es una triple petrificación porque es una roca cubierta de concreto que quedó paralizada, es decir, petrificada, y que además es circular, como las medusas.

 

Diana López, encargada de cultura de la alcaldía de Chacao, municipio de Caracas, ofrece un importante apoyo a Celeste Olalquiaga al ponerle a la orden el Centro Cultural Chacao para organizar una conferencia durante la cual presenta el PROYECTO HELICOIDE. En un segundo momento pone a su disposición el Archivo de Fotografía Urbana, la más completa colección de fotos de Venezuela, al cual PROYECTO HELICOIDE acaba de donar sus archivos.

En el Centro Cultural Chacao organiza la exposición: Helicoides Posibles: Visiones Fantásticas con trabajos de artistas y arquitectos (incluyendo a Elisa Silva, Alexander Apóstol y Pancho Quilici), además de una línea de tiempo.

Otra exposición con el título Helicoides Fallidos: Proyectos, usos y ocupaciones de El Helicoide de la Roca Tarpeya (1955-2014), con la cual amplía la línea de tiempo y que muestra muchísimo material de archivo, la realiza en el Museo Nacional de Arquitectura dirigido por el profesor Juan Pedro Posani. Ambas obtuvieron en 2014 el Premio de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA), en su capítulo venezolano.

En Nueva York realizó, con igual éxito, la exposición: El Helicoide: From Mall to Prison, en el Instituto de Arquitectura, versión condensada de las dos anteriores, con  énfasis en el material de archivo. Paralelamente dictó dos conferencias con expertos internacionales y presentó el libro Downward Spiral: El Helicoide’s descent from mall to prisonque resume el trabajo de tantos años, y que recoge ensayos y fotos de un equipo multidisciplinario de historiadores, arquitectos, museólogos, artistas y comunicadores que incluye a: Pedro Alonso, Carola Barrios, Angela Bonadies, Bonadies+Olavarría, Rodrigo Blanco Calderón, René Davids, Liliana de Simone, Luis Duno-Gottberg, Diego Larrique, Vicente Lecuna, Engel Leonardo, Albinson Linares, Sandra Pinardi, Iris Rosas, Alberto Sato, Elisa Silva, Federico Vegas y Jorge Villota. El diseño es de Alvaro Sotillo.

 

Celeste Olalquiaga

 

¿Por qué el Helicoide? ¿Cómo nació esta idea y cuál fue, al comienzo, el objetivo de este trabajo?

El Helicoide como ruina moderna. En un primer momento ese fue el aspecto que me interesó estudiar. El Helicoide como una fantástica ruina moderna que todo el mundo ignoraba al igual que muchas otras obras de una modernidad que en Caracas han quedado abandonadas y se han ido degradando, no solamente en estos últimos 18 años sino desde mucho antes. En realidad la modernidad por definición no tiene memoria, mira hacia delante sin voltear la vista ni hacia atrás ni hacia los costados. Venezuela, siendo un país tan moderno, estaba proyectado hacia el futuro y al final dejó un legado modernista muy importante, totalmente olvidado.

 

Ya habías intentado una primera vez desarrollar un proyecto cuyo tema era el Helicoide. Lo dejaste y lo retomaste en el 2013. Justo un año después lo transformaron en una cárcel para encerrar a los jóvenes que empezaron sus protestas en el 2014. ¿Cómo te sentiste cuando tuviste que enfrentar esa realidad?

Es verdad, años antes escribí varios ensayos sobre el Helicoide y pensé incluirlos en un libro sobre las ruinas modernas, pero luego encontré financiamiento para El Reino artificial. En 2013 me di cuenta de que existía una mayor sensibilidad y recepción positiva hacia los estudios que analizaban las ruinas modernas. Un gran interés internacional estaba despertando también la Torre de David así que supe que era buen momento para empezar el PROYECTO HELICOIDE. Para realizarlo volví a Caracas y me quedé casi dos años. En un primer momento armé un grupo de trabajo con Fabiola Arroyo, LuisRa Bergolla, Mónica Santander, Julia Zurilla y Paula Martínez.  También participó un equipo de investigadores liderados por los profesores de la UCV María Fernanda Jaua y Francisco Pérez Gallegos.

Habíamos empezado a crear los archivos cuando, a los pocos meses, estallaron las protestas estudiantiles y el Helicoide se transformó en la cárcel donde encerraban a los jóvenes. Hubo un momento en el cual pensé que quizás era mejor suspender el proyecto pero luego entendí que, por el contrario, era muy importante seguir adelante para sacar de la invisibilidad un lugar que se había transformado en una cárcel de estudiantes. Dejarlo invisible hubiera sido positivo para los cuerpos policiales que están allí.

 

¿Podías imaginar, cuando empezaste, que iba a ser tan importante tu trabajo como denuncia política al hablar de un lugar marcado por las acusaciones de arrestos ilegales y de torturas?

No, no lo imaginé. Sabía que habían establecido allí sus cuarteles mucho cuerpos policiales. La primera en ocupar el Helicoide, durante el gobierno del Presidente Jaime Lusinchi, fue la DISIP, que hoy se llama SEBIN. Luego llegaron otros cuerpos y ocuparon todos los pisos. Al conocer el PROYECTO HELICOIDE nos invitaron a visitarlo. En un primer momento no quería aceptar pero los mismos estudiantes me instaron a ir. Fui con dos fotógrafos y nos llevaron a recorrer los distintos pisos, de arriba hacia abajo, hasta llegar a los últimos dos ya convertidos en cárceles y cerrados con rejas. Al hacer ese recorrido pude percatarme del deterioro, del estado de abandono de la estructura. Había cubículos abandonados, graffitis, cauchos amontonados, en algunos espacios arreglaban los carros en otros lavaban la ropa. Un lugar totalmente venido a menos.

 

Proyecto Helicoide
Photo Credits: Proyecto Helicoide

 

El Helicoide parece la representación de las esperanzas que se marchitan, de la grandeza que se vuelve destrucción. Así como la Roca Tarpeya de los romanos fue símbolo de tragedia al ser el peñasco desde donde lanzaban a los traidores, comenzando por la traidora Tarpeya, pareciera que su tocaya venezolana fuera un lugar maldito que arremete contra quien se le acerca. Muchos los proyectos que intentaron realizar en esa estructura, todos ambiciosos. El único que prosperó fue el que la convirtió en cárcel abominable.

El Helicoide nace de la ambición de un grupo de arquitectos liderado por Jorge Romero Gutiérrez. Querían transformarlo en un gigantesco y lujosísimo centro comercial que, por su forma en espiral, permitiese a los usuarios llegar con los carros y estacionarse frente a los diferentes ejercicios comerciales. Era la época de la dictadura de Pérez Jiménez y, si bien la dictadura no invirtió dinero en el proyecto, quedó como una obra ligada a esos años. Cuando empieza la transición a la democracia la Junta de Gobierno liderada por Larrazábal no se opone a su desarrollo, pide únicamente que sea empleada manos de obra local. Es lo que hacen trabajando noche y día. El proyecto avanza rápidamente pero, cuando Rómulo Betancourt asume la Presidencia las cosas cambian radicalmente. Betancourt expresa claramente su rechazo al Helicoide y no da los avales para los créditos internacionales que el Helicoide Compañía Anónima ya había gestionado. Romero Gutiérrez y sus socios se ven obligados a recurrir al Banco Obrero que les pone unas estipulaciones desmedidas que resultan inaceptables. El Helicoide Compañía Anónima entra en una serie de litigios que después de una agonía de casi 15 años decretan su muerte.  En el ’75 pasa a manos del estado. Desde 1961 había quedado abandonado. En el ’79, durante el gobierno de Luis Herrera Campins deciden reubicar en el Helicoide a 500 familias que habían quedado sin habitación a causa de un deslave. Los ubican en unos containers que sacan del puerto de la Guaira. A los pocos meses las quinientas familias se convierten en dos mil. Allí viven durante tres años en condiciones pésimas, con escasos servicios y un alto índice de prostitución y criminalidad.

 

La historia del Helicoide que Celeste Olalquiaga sigue contándonos es apasionante y terrible a la vez. En 1982 intelectuales como Juan Manuel Espinoza y Alfredo Chacón entre otros proponen crear allí un gran complejo cultural que incluía el Museo Nacional de Historia y Antropología, con espacio para dictar talleres, charlas, exposiciones.

– Sin embargo – explica Celeste – lo único que logran hacer es rescatar el domo geodésico que había quedado en un depósito, e instalarlo. Al hacerlo encontraron muchísimos papeles, documentos sobre las finanzas del Helicoide Compañía Anónima. Nosotros tenemos el informe de esa documentación.

 

Otro proyecto que termina en la nada a pesar de lo atractivo que suena. ¿Y cuándo entra la policía?

En el ’85, durante el gobierno de Jaime Lusinchi, conceden a la DISIP, en comodato por 15 años, los dos niveles inferiores del Helicoide para que instale allí todas sus oficinas. Un grupo de arquitectos trabajó en las instalaciones básicas para acondicionarlas. En el ’92 hay un nuevo intento de rescatar el domo geodésico del Helicoide. Es un proyecto para el Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales Renovables muy hermoso y muy avanzado que prevé paneles solares, jardines pénsiles. Sin embargo alcanzaron a terminar solamente el Centro Ambiental. Los arquitectos responsables, Julio Coll, que es también chamán, y Jorge Castillo realizaron unas meditaciones antes de empezar los trabajos. Dijeron que habían entrado en contacto con los indígenas y habían descubierto que esas tierra escondían un cementerio. Coll y Castillo hicieron una ceremonia para pedir disculpas a las almas de los indígenas y alinear las energías. Durante tres años siguen adelante con este hermoso proyecto pero, cuando llega a la Presidencia Rafael Caldera se lo quita de las manos y lo concede a la jefatura de la DISIP permitiéndole ocupar no solamente los dos pisos inferiores sino también el domo. Cuando Hugo Chávez llegó al poder quiso transformarlo en un centro para los niños de la calle pero tampoco lo logró. Dijo que eso estaba empavado decretando definitivamente su muerte. Lo curioso es que, cuando realizamos una cronología de los eventos, empezamos a ver claramente la relación entre los cambios de gobierno y las distintas etapas del Helicoide.

 

Proyecto Helicoide
Photo Credits: Proyecto Helicoide

 

¿Podríamos decir que el Helicoide es el símbolo del deterioro democrático de Venezuela? 

El crítico e investigador Perán Erminy me dijo que este trabajo era una revisión simbólica que muestra a través del símbolo del Helicoide la historia de la democracia y de la modernidad en Venezuela. Y estoy de acuerdo con él. La historia del Helicoide empieza a finales de la dictadura de Pérez Jiménez y luego recorre los años siguientes hasta nuestros días. Se convierte en una cápsula que refleja las contradicciones de las distintas administraciones, las luchas entre adecos y copeyanos, el manejo irresponsable de los grandes recursos del país, la desigualdad social que llevó a la revolución de Chávez. Si no hubiese existido tanta desigualdad social el chavismo no hubiera prosperado. Lamentablemente la modernidad ambiciosa, visionaria, que quería lograr cimas tan elevadas, contaba con la mano de obra de personas que vivían en condiciones sociales muy precarias. A través de la historia del Helicoide podemos entender porque Venezuela está como está. Ese símbolo de la modernidad que, en los años ’60, quería deslumbrar al mundo con sus 320 establecimientos, salas de exposición, gimnasios, multicine, mil estacionamientos, se ha transformado en el símbolo de lo opuesto, del degrado de la modernidad.

 

Del mismo modo, casi paralelamente, ha venido a menos todo el barrio aledaño, el de San Agustín del Sur que, en cierto momento de la historia, fue muy hermoso, con una comunidad unida y pacífica. Al verlo hoy pareciera que también quedó marcado por una maldición.

San Agustín del Sur tiene una historia interesante que merecería ser investigada y escrita. Según el sociólogo Diego Larrique quien creció en San Agustín del Norte, allí se instalaron los obreros que estaban construyendo San Agustín del Norte. Era una comunidad muy unida, una de las más antiguas, con gran tradición musical. Allí surge el grupo Madera cuyo nombre viene de los madereros que poblaban la Roca Tarpeya. En la roca aparecieron los primeros caseríos ya en 1860 pero no se densificaron hasta mediados del siglo XX. El Helicoide arrasó con buena parte de las comunidades que estaban sobre la Roca Tarpeya. Había además el plan de crear un paseo gigantesco que uniría el Jardín Botánico con el Helicoide. Para hacerlo había que erradicar muchos barrios establecidos pero el proyecto encontró una fuerte resistencia de las comunidades que allí vivían desde generaciones y que en ese entonces eran muy unidas. Muchas de las personas que habitaban cerca de la Roca Tarpeya tuvieron una fuerte relación con ese espacio. Algunos han trabajado en el Helicoide, otros jugaban allí de niños y en general lo cruzaban para ahorrar camino. Toda la relación que la comunidad había establecido con ese gigante abandonado termina con la llegada de la policía.

 

Proyecto Helicoide
Photo Credits: Proyecto Helicoide

 

¿Hay un futuro para el Helicoide? ¿Podrá algún día superar estos tiempos aciagos y recuperar la dignidad de un espacio que no represente una vergüenza para la ciudad?

Si, a pesar de su historia negativa, yo creo que sí. A mi parecer, antes que nada, el día en el cual habrá un cambio político, habrá que sacar de allí a la policía. Seguidamente deberían interpelar a las comunidades de los alrededores para saber qué necesitan, qué desearían. En definitiva son los únicos que nunca fueron interpelados. Quizás el Helicoide podría redimirse si efectivamente fuera puesto a la orden de esa otra cara de la modernidad que es la de los barrios que lo rodean. La ciudad formal tiene una idea muy estigmatizada de los barrios, sin embargo allá viven muchas familias trabajadoras. Es verdad que hay malandraje pero esas familias son sus primeras víctimas. Escucharlos, involucrarlos, dejar que sean ellos los protagonistas después de 60 años de imposiciones. Ese podría ser el mejor futuro para el Helicoide.

Tras un momento de silencio Celeste continúa:

La espiral está asociada con la geometría moderna, sin embargo, a mi modo de ver, la espiral no es cualquier geometría: es geometría sagrada. Utilizarla para fines comerciales es lo que la ha llevado al fracaso.

Las espirales con su poder hipnótico han definitivamente hechizado a Celeste Olalquiaga. Ella ha comenzado a estudiar la realidad chilena de los Caracoles, que fueron construidos en los años 70 y 80 bajo la dictadura de Augusto Pinochet.  En el libro escriben sobre ellos Liliana de Simone y Pedro Alonso. Hoy albergan negocios intermedios importantes para la vida cotidiana como peluquerías, costureras, anticuarios y hasta excéntricos como centros para tatuajes o venta de mangas. 

 

Pareciera que las estructuras en espiral ejercieran una particular fascinación en los dictadores.

Yo diría que ocurren en épocas de dictadura. Creo que tiene mucho que ver con la relación entre la modernidad y la dictadura. La modernidad es un proyecto muy racional y ambicioso y una de sus bases es cortar con el pasado. Veo allí una conexión entre identidad y fascismo. Nada mejor para cualquier dictadura, sea de derecha o de izquierda, que hacer tabula rasa de todas las tradiciones e imponer su propia identidad.

 

Celeste Olalquiaga está descubriendo otros caracoles en América Latina. A ellos piensa dedicar sus investigaciones futuras, a esas ruinas modernas que “posiblemente representan una tipología de estructura que, por alguna razón, se desarrolla en América Latina”.

Es evidente que lejos de petrificarla, la Medusa la convirtió en su aliada. Al rescatar del olvido inevitable ese mundo petrificado que, con sus espirales, soñó un día imitar la armonía del Universo, pareciera vengarse de la brutalidad del ser humano que logró transformar esos sueños en ruinas.