La ansiada fórmula encontrada

 


Hubiera querido enterarme del nombre y de la vida del autor de esta hermosa parábola, a quien admiro por su genio y fantasía poética.

No pude enterarme, porque solo escuché parte del cautivador relato, transmitido por radio, al despertar de la acostumbrada siesta diaria de mi ancianidad:

Un joven y brillante investigador científico, encerrado en el estudio de su casa, pasaba días enteros intentando descubrir formulas para “componer el mundo”, visto por él, al borde del caos y de la destrucción, por efecto de distintas causas inherentes a los insanos comportamientos humanos.

Su pequeño hijo, en repetidos intentos de romper ese prolongado aislamiento, interrumpía a su padre, preguntándole con frecuencia que tan importante cosa le preocupaba de descubrir en tantos días de intenso trabajo. A lo cual el empeñado investigador contestó que estaba tratando de componer una fórmula que permitirá reconstruir el mundo, hoy hecho pedazos por causas de guerras, de conflictos políticos y religiosos, ignorancia, miseria y egoísmo. Quería además dejar para sus descendientes una formula o conjunto de normas que dieran solución definitiva de paz, progreso y de sana convivencia entre todos los seres humanos.

En que puedo ayudarte yo, papá? Exclamó el niño.

Silenciosamente el padre separó de un libro una bella página en colores con la foto del Planeta Tierra. La rompió en varios pedazos diciendo: Así está el mundo en nuestros tiempos, y mezclando los trozos de papel los puso en las pequeñas manos del niño agregando: Trata de arreglarlo, si puedes.

Sentado en el piso, el niño procedió a efectuar su tarea y en breves minutos exclamó: Papá, papá, aquí tienes el Mundo arreglado!

El cansado investigador vio con asombro que todos los trozos rasgados coincidían perfectamente y que efectivamente la tierra estaba completamente reconstruida. Al preguntar a su hijo como había podido hacerlo en tan breve tiempo, este le respondió que no le fue difícil ya que se fijó que, en el reverso de la hoja arrancada del libro, había una clara imagen de un hombre y que reconstruyendo esta, quedó reconstruido el mundo impreso en el otro lado de la hoja.

Fue así que el ansioso investigador pudo entender que en este mundo, siempre cambiante, por distintas causas, solo podrá haber continuidad de vida, progreso y paz, si el hombre se adecúa a los cambios, “recomponiéndose”, evolucionando.

Medardo D’Ambrosio Mega

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