La cultura post-filosófica

Por María Fernanda Guevara Riera

Filósofa

CIC-UCAB

 

Las expectativas depositadas en la filosofía durante la historia del pensamiento occidental han sido muy diversas y, podría decirse, que han obedecido a diferentes motivaciones socio-históricas. Esto quiere decir, que la filosofía se ha caracterizado, en principio, por ser un saber carente de objeto “definitivo”, más bien, sus objetos de estudio se entrelazan y modifican durante el transcurso de la vida de las sociedades en donde se da este tipo de pensamiento reflexivo. Así, estos objetos de estudio “surgen” ante los ojos del investigador, del filósofo, en la medida en la cual, éste logra reconocer los problemas y necesidades de su cultura.

Para determinar aún más la aproximación “regularmente” sostenida en torno al objeto de estudio de la filosofía, seguiremos la distinción clásica del quehacer filosófico como aquel saber que se encuentra al servicio de otros. Como punto de partida a nuestras reflexiones, vamos a trabajar las aproximaciones a la filosofía como ancilla theologiae, ancilla scientiae y ancilla emancipationis. Seguimos la distinción, mas no el tratamiento argumentativo y conceptual, del objeto de estudio de la filosofía según Marquard, citado por Hans Lenk en Filosofía Pragmática (1975), a propósito de la decadencia e incompetencia del quehacer filosófico.

a.1) Ancilla Theologiae; porque estando al servicio de la teología, se suponía que la filosofía podría contribuir, a través de sus disquisiciones, a consolar el alma, a purificarla en la medida en la cual podía aprehenderla cognoscitivamente y, de esta manera, hacer más llevadera y verdadera su estancia en este mundo.

a.2) Ancilla Scientiae; el desafío tecnológico consistía en que la filosofía podía, luego de su separación del escenario teológico por diversas razones socio-políticas, contribuir a la edificación de un conocimiento útil para la nueva realidad. Contribución útil en la medida en que este pensamiento reflexivo se reflejaba de manera “real” y efectiva en la nueva realidad de orden científico-tecnológico.

a.3) Ancilla emancipationis; porque habiendo fracasado el proyecto moderno del progreso ilimitado de la humanidad a través de la ciencia y el uso de la tecnología, el nuevo objeto de estudio de la filosofía es la humanidad entera, las sociedades enteras, el hombre mismo. Pero, ¿qué se pretende en este nuevo desafío? Se pretende hallar un conocimiento útil para ser aplicado en las sociedades y que éste contribuya de manera efectiva a resolver los escollos sociales, es decir, se trata de hallar criterios valorativos socio-políticos que permitan edificar sociedades más justas, con bienestar y felicidad, compuestas por seres más solidarios.

 

 

La Escuela de Atenas.

Rafael Sanzio

(14831520)

 

Así, según lo anterior, la filosofía sierva de la teología, de la ciencia y, finalmente, de la política. Pero, ¿en qué consiste esa servidumbre? ¿Es esa servidumbre una apatía reflexiva, una anulación del saber mismo? O acaso, ¿esa condena obedece a la no comprensión del pensamiento reflexivo independientemente de su objeto de estudio? A la luz de estas consideraciones, ¿qué significa que la filosofía no tiene objeto de estudio porque históricamente siempre ha estado al servicio de otros saberes y, por tanto, está destinada a fracasar y a ser eliminada de la faz de la tierra por inútil?

Volviendo a nuestra clasificación para puntualizar la pregunta anterior, estudiar críticamente el alma (ancilla theologiae), por ejemplo, es tematizar a partir de ella los problemas teórico-conceptuales que se derivan de la fundamentación utilizada para definirla. Pero, no exclusivamente los problemas teórico-conceptuales, sino, también, las modificaciones que se vislumbran en las normas que rigen cotidianamente la realidad, es decir, en cómo se revierte el análisis de la concepción del alma en los sujetos y las instituciones de las cuales son partícipes. En fin, lo anteriormente expuesto nos muestra que el objeto de estudio filosófico es un problema extraído de la cultura, del momento histórico.

Entonces, estar al servicio de la teología, de la tecnología o de la política no significa necesariamente la anulación del quehacer filosófico. Este, en principio, no tiene un objeto acabado de reflexión, más bien, nosotros consideramos que su quehacer más genuino supone ser el de “creación”. Ahora bien, esto no pretende ser la creación ex nihilo, sino creación desde el asombro ante/con determinadas realidades y la dedicación del esfuerzo reflexivo para hallar las implicaciones de las mismas: es como descubrir en lo particular (objeto determinado resaltante para x cultura) abstracciones regulativas generales (objeto determinado crítico para esa x cultura).

De esta manera, ha sido visto como negativo el servicio que se le ha adjudicado a la filosofía con respecto a la teología, ciencia y política, porque se parte del supuesto de que la filosofía debe encargarse de regulaciones generales que no obedezcan a las necesidades culturales. Esto implica una aproximación a la filosofía que considera que el objeto de estudio de la misma se encuentra perfectamente delimitado y separado de cualquier otra disciplina “mundana”: si esto es así, ¿cómo saberlo desde nuestro estar en el mundo?

 

La verdad no puede estar ahí afuera -no puede existir independientemente de la mente humana- porque las proposiciones no pueden tener esa existencia, estar ahí afuera. El mundo está ahí afuera, pero las descripciones del mundo no. Sólo las descripciones del mundo pueden ser verdaderas o falsas. El mundo de por sí -sin el auxilio de las actividades descriptivas de los seres humanos- no puede serlo. (1)

Entonces, si consideramos valioso estar al servicio de la cultura mediante un saber crítico, es porque estamos hablando ya de cierta filosofía que considera que el provecho, interés, conveniencia o utilidad que se extrae del quehacer filosófico no se sostiene en la absoluta distinción de su objeto de estudio y en la edificación de una verdad que es “la Verdad”, sino más bien, en la capacidad que este saber tiene de imbricarse en la realidad interdisciplinaria.

Esta interdisciplinariedad nos permite delinear la existencia de ciertos problemas ya insertos en la realidad que merecen “mayor atención” crítica. Digamos que en este sentido, fenece, según léxico rortyano, el quehacer filosófico con F mayúscula por la enferma sombra de la servidumbre y renace la filosofía con f minúscula que intenta curarse de los males dejados por el padecimiento de dicha enfermedad: es la cultura Post-Filosófica en donde se habrán de construir nuevas y recreadas identidades, es decir, sujetos que se mirarán y se comunicarán desde otros supuestos o léxicos.

Sólo la época del absolutismo en la filosofía parece haber pasado, haber llegado a su fin; no la filosofía misma. La filosofía sigue teniendo, primero, algo así como una función socrática, tal como uno podría llamarla; una tarea que consiste en atraer a los expertos al diálogo, en proporcionar perspectivas e intereses de la generalidad o de lo general y, cumpliendo una cierta función de integración, dejando de lado los límites de las diversas disciplinas, actuar como foro y foco de discusión…” (2)

Es la manifiesta intención de resolver nuestros problemas del día a día: es allí y no en las torres de marfil en donde se dan las mayores injusticias sociales, las discriminaciones, las exclusiones; es ser solidarios con nosotros mismos y con quienes padecen dichos males sociales independientemente del área del saber en el cual se encuentren inmersos. Este filosofar no pretende identificar saberes más valiosos que otros, más bien, desde el reconocimiento de la multiplicidad de discursos que nos configuran cotidianamente y que contribuyen de manera dispar a generar efectos dispares en la realidad, actuar como recurso reflexivo que dote de coherencia a los planteamientos interdisciplinarios. Los fines establecidos en este orden del discurso son fines concretos que pretenden ser edificados a partir del diálogo preciso con los integrantes de la comunidad, pero, ¿desde dónde se estudia? Desde la práctica social, tomando distancia a partir de la re-flexión:

En dicha cultura, los criterios serían concebidos a la manera del pragmatista, como agarraderos transitorios creados para fines concretos. Según la tesis pragmatista, un criterio (algo que se sigue de los axiomas, lo que la aguja señala, lo que el estatuto establece) lo es por cuanto cierta práctica social concreta requiere que se paralice el proceso de investigación, que se detenga el regreso de las interpretaciones, con vistas a la consecución de algo dado.(3)

Puntualicemos: la época absolutista de la filosofía espira gracias al conjunto de sentidos, de léxicos, de convicciones democráticas que dejan sin espacio a las torres de marfil. Aquel filósofo que se aproxima a sí mismo y a los otros de forma solidaria para intentar reconocerse continuamente, no aspira alcanzar un yo sustantivo, más bien, reconoce la contingencia de su configuración y asume con urgencia la tarea existencial de explorar sus voces para escucharlas e intentar hacerlas útiles para sí mismo y para los demás. Porque para escuchar sus voces requiere de la presencia del prójimo, pero no como instrumento, sino como compañero “de lucha” con el cual se trabaja “codo a codo” con el fin de superar los escollos sociales que edifican lo no humano.

Lo no humano se edifica desde la filosofía con F mayúscula en la medida en la cual el sujeto que la detenta, la sociedad que la practica, la cultura que la perpetua se desplaza por el mundo de manera arbitraria y totalitaria protagonizando verdaderos actos de crueldad bajo el manto de la impunidad. Valga mencionar que esta práctica, léxico o forma de vida que se niega al reconocimiento intersubjetivo y niega el derecho a habitar el espacio en paridad de condiciones al otro atenta contra las identidades que luchan por la libre expresión y el derecho a construir mundos democráticos.

De la imbricación continua con la práctica social interdisciplinaria, los filósofos que asumen su quehacer con f minúscula, obtienen una relación con el mundo con f minúscula y se relacionan con su co-mundo con f minúscula. La verdad de los sujetos con f minúscula es su pensamiento reflexivo continuo, hacia sí mismos y hacia su sociedad, dispuestos a la conversación solidaria, luchando contra las sombras de aquellos que pretenden detentar la representación del mundo que, a fin de cuentas, niega la alteridad.

Un filosofar comprensible, modesto, útil, sin pretensiones de sabihondo y sin el dedo índice levantado, un filosofar socrático en sentido propiamente dicho, es sólo posible sin oscuridades.(4)

Muchas gracias. Hasta la próxima entrega.


Referencias bibliográficas:

(1)RORTY, Richard; Contingencia, Ironía y Solidaridad, Barcelona, PAIDOS, 1991, p. 25.

(2)LENK, Hans; Filosofía Pragmática, España, Editorial Laia, S.A. 1975, p. 15.

(3) RORTY, Richard; Consecuencias del Pragmatismo, Introducción p. 56.

(4) LENK, Hans; Ob cit, p. 36

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