El gato cuelga los spikes


Caracas,

Erase una vez un niño que deseaba ser pelotero. El pequeño de la historia, sin embargo, tenía un problema: era “gordito”. En las categorías infantiles siempre destacó por la fuerza de sus batazos y la agilidad que tenía para jugar la primera base, aunque suene paradójico por los kilos demás que tenía.


Cuentan que una vez dio un batazo tan descomunal que estuvo apunto de abollar un avión en el aeropuerto de la Carlota. Eso ocurrió cuando jugaba con Los Criollitos de Venezuela. Fue creciendo y con él la ilusión de llegar a ser profesional. Pero su tendencia al sobrepeso no lo abandonaba y se convertía en un obstáculo casi insalvable.


Con más de 17 años a cuestas, una vez se presentó a practicar con un equipo profesional. La primera parte del sueño se estaba cumpliendo. Pero no era fácil. Luego de tres semanas, se produjo la tan ansiada firma.


Debutó con los Leones del Caracas en la temporada 78-79 como “utility”, firmado por el visionario Francisco Rivero y de Felipe Rojas Alou, manager del conjunto metropolitano en esa temporada (él lo recomendaría en la oficina de los Expos de Montreal).


Era el 14 de enero de 1979, último día de la temporada para los Leones del Caracas y los Tiburones de la Guaira, ambos equipos estaban ya eliminados. Repentinamente apareció el futuro “Ídolo de Chapellín”, pescó una recta del relevista de los salados Luís Mercedes Sánchez y la botó bien, pero bien lejos, entre left y center. Ese día jugaba de sexto bate y en el jardín derecho, lucía el dorsal 41.


“El Gordito” quería ir más lejos. Su sueño era viajar a Estados Unidos a triunfar y emular las hazañas de los héroes de su infancia. Pero las puertas se le cerraban. Lo consideraban un muerto que nunca llegaría a ser lo que anhelaba.


Un dominicano logró, de tanto insistir, que la organización para la cual trabajaba viese al ahora joven de la historia. Y, casi como un favor, le dieron un contrato. Lo consiguió. Estaba más cerca de llegar donde quería.


Pero el trabajo resultó muy arduo. Pasaron seis años para que nuestro protagonista llegara a la meca del béisbol. .


Debutó en las Grandes ligas con los Expos de Montreal el 23 de agosto de 1985. Donde jugó desde 1985 hasta 1991. También se uniformó con los Cardenales de San Luìs (1992); los Rockies de Colorado (1993-19997); los Bravos de Atlanta (1998-2000); los Rancheros de Texas (2001); los Gigantes de San Francisco (2001); los Expos de Montreal (2002); los Gigantes de San Francisco (2003); los Angelinos de Anaheim (2004), actualmente estaba en los campos de entrenamiento con los Mets de Nueva York.


En la Liga Venezolana de Baseball Profesional sòlo vistiò los colores de los Leones del Caracas, que lo firmaron en 1978. se estrenò en la temporada 1978-1979 y jugò por ùltima vez en el paìs en la campaña 1992-1993.


Una persona lo bautizó como “El Gato” por la agilidad que poseía, a pesar de ser tan corpulento. Y bajo ese mote, Andrés Galárraga se convirtió en una figura de las Grandes Ligas. El héroe de los venezolanos. La figura de los Leones del Caracas.


Su carrera fue muy exitosa desde su debut en 1985 con los Expos. El 21 de septiembre de 1985 batea su primer cuadrangular ante el pitcher de los Cardenales de San Luìs, Kart Pepshire. En 1986 estaba encaminado a ganar el titulo de Novato del Año, pero un pelotazo lo mantuvo fuera de acción entre el 6 de julio y el 10 de septiembre. Galárraga no se amilanó. En 1987 tuvo una explosión ofensiva.


En 1988 participa en su primer juego de estrellas. Con los Expos gana dos guantes de oro en 1989 y 1990. En 1991 aún lucia el uniforme de los Expos boto su home run 100 en la ciudad de San Francisco ante el lanzador Nelly Downs. Estaba convirtiéndose en una gran estrella hasta que en 1991 lo minaron las lesiones. Montreal se desencantó y lo envió a San Luis. Otro pelotazo le rompió la muñeca. Estuvo 44 días en la lista de los incapacitados. Al terminar la temporada fue dejado libre. Parecía el fin de la carrera del “Big Cat”. Pero no. Los Rockies de Colorado se interesaron en él y comenzó su mejor etapa.


En 1993 cuando estaba con los Rockies de Colorado se convierte en el Primer Venezolano en ganar un titulo de bateo con 370 de promedio. Segundo mejor average en la historia para un latinoamericano. Ese año participa en su segundo juego de estrellas. El 25 de junio de 1995, con los Rockies de Colorado botó tres bambinazos en un juego. A los pocos días conecta seis hits en un encuentro. El 29 de septiembre bota su vuela cercas 200. En 1996 se convierte en el quinto latinoamericano en ganar el titulo de jonrones con 47 y sexto en llevarse la corona de impulsadas (150). Esa temporada participó en su primera postemporadas.


Al año siguiente gana nuevamente el titulo de impulsadas con 140. su tercera aparición en un juego de las estrellas es en 1997.


El 8 de mayo de 1998, con los Bravos de Atlanta despacha su cuadrangular 300 de su carrera ante Andy Sabih, lanzador de los Padres de San Diego. Gracias a su gran actuación con los Bravos es invitado por cuarta vez a un juego de las estrellas. Participa en otra postemporada. En apenas un año se convirtió en el ídolo de Georgia.


Como de costumbre, el Gran Gato debió vencer una serie de obstáculos para ser triunfador. Lesiones miles. Pelotazos a montón. Hasta un cáncer que casi lo aparta de los diamantes. Pero lo superó y volvió por la puerta grande.


En 1999 se pierde la temporada para combatir el cáncer, donde peligró su vida, pero se levantó y fue capaz de remolcar 100 anotaciones en la temporada, luego de pasar por el tormento de la quimioterapia.


El 3 de abril del año 2000, regresa recuperado del cáncer y en su primer juego descarga jonròn. Ese año asiste a su quinto juego de Estrellas. Obtiene el premio ESPN-ESPY (este premio es otorgado por la cadena de televisión deportivo ESPN) como regreso del año. Este año participa en su quinto y ultimo juego de las estrellas. Con los Bravos llega nuevamente a la postemporada quedando a un paso de la Serie Mundial.


En 2001 firmó con Texas y empezó su declive, pero al ser enviado a San Francisco se revitalizó. Con San Francisco llega nuevamente a la postemporada, pero su sueño de llegar al clásico de otoño se desvanece nuevamente, cuando los Gigantes son derrotados por los Marlins de Florida, que después se convertirían en campeones ante los Yankees de Nueva York.


Algunos pensaron que era el momento del adiós, pero regresó como suplente en 2002 y con 41 años de edad rindió.


En 2003 parecía no tener muchas opciones y fue inicialista titular con San Francisco. El cáncer lo atacó nuevamente en el 2004. Nadie daba un centavo por él, pero Anaheim lo firmó. El 1 de octubre de 2004, suena su cuadrangular 399 de por vida ante el lanzador Justin Lehr, de los Atléticos Oakland. Con 43 años fue el jugador de mayor edad activo en las mayores en esa campaña.


El 29 de marzo de 2005 anunció su retiro del baseball de las Grandes Ligas. A través de un comunicado de prensa difundido por los Mets, Andrés Galárraga expresó que no estaba contento con su nivel en los entrenamientos de primavera. “Es un día triste para mí, pero es lo correcto”. Añadió; “Simplemente, no estaba jugando con las expectativas que siempre me he trazado a lo largo de mi carrera. Quería irme de acuerdo con mis términos”. En 2257 juegos de por vida, Galárraga bateó para 288, logrando conectar 444 dobles y 1425 impulsadas en 8096 turnos al bate. En su carrera en las mayores bateo 32 triples, recibiò 583 boletos, se poncho en 2003 ocasiones. Tambièn logro estafar 128 bases. Los 2333 imparables conectados por el Gato sólo son superados por los 2677 logrados por Luìs Aparicio. Sólo el miembro del Salón de la Fama, con 2599 encuentros disputados, y David Concepción (2488) estuvieron más tiempo en un terreno de juego. Y al igual que ellos, dejó una marca, tanto dentro como fuera de los campos de juego; una marca que jamás podrá olvidarse.


Durante la pretemporada, Galarraga estaba conectando para .235 en 17 juegos, con un doble, tres jonrones y siete impulsadas.


«Estoy muy agradecido con la oportunidad que me brindaron los Mets y en especial Omar Minaya, gerente general. El béisbol ha sido parte de mi vida durante mucho tiempo, pero siento que llegó el momento de darle el chance a los jóvenes. Me encantó estar con los Mets y espero volver a esta organización cumpliendo cualquier otro rol».


Por supuesto que la noticia cayó como una verdadera jarra de agua helada y el mismo Minaya, muy conmovido, mostró el gran cariño y respeto que siente por el «Big Cat», un ejemplo dentro y fuera del terreno de juego.


Andrés había confesado en el Tradition Field, sede de los Mets en pretemporada, que sentía algo de presión y ansiedad por ese batazo número 400, deseando que llegara lo más pronto posible.


Arribó temprano al entrenamiento primaveral, costumbre en él, para demostrarle a los más jóvenes que jugaba béisbol porque esa era su vida y había que vivirlo intensamente.


En menos de dos meses dejó en Nueva York una huella imborrable, la misma que estampó en las 8 organizaciones que representó. Ahora sólo resta esperar si Andrés se uniforma este año con los Leones del Caracas y, ante su público, se retira formalmente.


Lo del batazo que dio cuando niño en los alrededores de La Carlota debe ser cierto. Un día en Miami, conectó un enorme cuadrangular. Era 20 de julio de 1993, jugaba con los Rockies y frente al lanzador Ryan Bowen le da a la que bola recorrió más de 161 metros desde el plato hasta las gradas. Prueba inequívoca de su poder. Su marca de fábrica.