Oposición sin rumbo


Referéndum, regionales y municipales. Han sido estas, en los últimos meses, las pruebas más difíciles que la oposición se vio en la necesidad de enfrentar. Y, digámoslo con extrema franqueza, salió mal parada, con las “tablas en la cabeza”.


Desorganización, división e improvisación. En fin, un poco de todo. La Oposición, es evidente, no supo presentarse al País, a todo el País, como la alternativa. Y hoy, a la luz de las experiencias que todos hemos vivido, cabe preguntarse: ¿existe oposición?


Por supuesto, existe una gran porción de la población – no sabemos si la mayoría y eso poco importa a estas alturas – que disiente de las estrategias políticas, económicas y sociales de la administración actual. Mas, ese no es el tema. La pregunta, en realidad, es: ¿existen organizaciones políticas, o una coalición de partidos, serias y creíbles capaces de interpretar las exigencias de esa porción de nuestra población?


En el pasado, todas las esperanzas estaban puestas en el Mesías, en el líder, en el caudillo. Venezuela, hoy, es otra. Por experiencia, sabe que no puede cifrar sus esperanzas en un sólo individuo. Ahora, requiere de un programa, de un “proyecto país” creíble, el cual permita transformar la sociedad y tenga por prioridad la eliminación de la pobreza, de las desigualdades y de la injusticia social a través del desarrollo de una infraestructura productiva madura. No es mucho pedir.


No se trata de revivir el “Pacto de Punto Fijo”, el cual en su oportunidad permitió construir un sistema político de conciliación. Las experiencias de 1945 y de 1948 enseñaron que los programas de reformas sociales sin concesiones y sin una clara idea de sus efectos desestabilizadores, son inviables. El «Pacto de Punto Fijo», al establecer un sistema político de consenso – aun cuando sin la presencia del Partido Comunista-, logró la gobernabilidad del país y la democracia «perfectible», de cuyos beneficios hemos gozado en los últimos 40 años.


Los electores, hoy, exigen un proyecto, un programa común a mediano y a largo plazo que permita cambiar el País. En realidad, el gran error fue pensar que el único objetivo era revocar a un mandatario, por demás electo democráticamente. No, el objetivo principal era y sigue siendo ofrecer una alternativa creíble. En fin, una propuesta distinta que se transformase en el resorte para un debate nacional serio. No fue así y nos duele, porque Venezuela nos pertenece a todos.